Tierra santa


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Hoy nos vaticinan oscuridades. Hoy nos profetizan escaseces. Hoy nos anuncian mucha desesperanza.

Hoy hay muchas cosas en nuestro mundo que no son como deberían ser. Pero también hay muchas cosas en nuestro cristianismo que no tienen nada que ver con la fe en el Reino de Dios. Cosas que Jesús nunca enseñó ni pidió a los discípulos que practicaran. Algunos se preguntarán: ¿Cómo es qué hemos llegado a donde estamos? Y la respuesta no tan fácil de ofrecer. Pero algunas cosas si tenemos claras. Sabemos, por ejemplo, que hubo unos días cuando comenzamos a perder el hábito de leer las Escrituras. Un tiempo cuando decidimos hacer de la tradición un baluarte donde atrincherarnos. Una época cuando dejamos que el miedo nos impusiera lo que debíamos hablar y lo que debíamos hacer. Si, hay muchas cosas dentro de la iglesia que no son buenas noticias sino todo lo contrario y que entraron sin pedir permiso cuando creímos que nosotros podíamos hacer el trabajo del Espíritu Santo.

El Templo en Jerusalén era el epicentro de la vida judía en los días de Jesús. Los discípulos sabían que Jesús no estaba en contra del Templo, sino contra la realidad en la que se había convertido la vida de fe: una especie de mercado. Donde casi todo se podía comprar. Donde casi todo se podía vender. Para Jesús el Templo era ese lugar donde los hombres y las mujeres se podían encontrar con el Sr. Dios sin trabas, sin mediadores, sin requerimientos.

Es cuando la vieja realidad necesita ser cambiada que Jesús grita. Es que Jesús busca. Es que Jesús protesta. Es que Jesús llama a la puerta.  Es en la nueva realidad, después que la muerte es vencida, cuando el Templo dejará de ser un edificio. Dejará de ser un lugar en la geografía. Porque se hará imprescindible que el Sr. Dios esté en todos los lugares y en todos los corazones. Incluso en el tuyo y en el mío.

Sólo cuando el Espíritu Santo hace de nuestro corazones su aposento es que nosotros nos damos permiso para quitarnos el calzado y andar sin miedos por la vida, porque entonces la tierra que pisamos se ha convertido en tierra santa.

Lectura del evangelio de Juan, capítulo 2, versículos del 13 al 16

Estaba ya próxima la fiesta judía de la Pascua, y Jesús subió a Jerusalén. Encontró el Templo lleno de gente que vendía bueyes, ovejas y palomas, y de cambistas de monedas sentados detrás de sus mesas. Hizo entonces un látigo con cuerdas y echó fuera del Templo a todos, junto con sus ovejas y sus bueyes. Tiró también al suelo las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. Y a los vendedores de palomas les dijo: Quitad eso de ahí. No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

Escucha Señor nuestra oración

Padre: Tu Palabra nos dice hoy que somos el templo de Dios en este mundo. Asi que te doy permiso para que lo limpies. Ve, Espíritu Santo y quita toda piedra muerta que nos impida crecer. Líbranos de toda zarza que se nos enrede al caminar. Jesús en ti esperamos. Amén.

Augusto G. Milián

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