Las aguas volverán a su cauce


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Me gusta Adviento porque es el tiempo de las segundas oportunidades. Donde se nos anuncia que las aguas volverán a su cauce.

Cuando el infantilismo entra en la iglesia no pide permiso. Es como una riada. El infantilismo es egocéntrico. Sólo tiene una manera de ver el mundo: el suyo. Le presta más importancia al mensajero que al propio mensaje. Es voluntarioso. Falible. Equivoco. No tiene en cuenta el contexto en que nuestra vida transcurre. Sostiene la creencia que el mal siempre está afuera. Siempre. En el corazón de los otros y no en el propio. El infantilismo en la fe es prejuicioso. Y cuando las Escrituras llaman al arrepentimiento él le da la espalda a las Escrituras.

Los discípulos albergamos entre nuestras manos algunas creencias. Creemos, por ejemplo, que al ser miembros de una comunidad nos asegura algunos privilegios y cometer algunas omisiones. Pero esto es un desatino. Los discípulos nos hemos acostumbrado a movernos en el rango de lo políticamente correcto; pero donde no hay sistematicidad y los que hacen el camino con resolución, pero al principio lo rechazan.

Jesús utiliza las parábolas para que los oyentes vean lo que tienen delante y que no son capaces de ver. Como si una bruma los envolviera y necesitaran de un poco de luz. Una especie de empujón para salir de hueco donde se hayan atrapados. Jesús sabe que el tiempo de las apariencias se acaba y por eso pone delante de nosotros dos actitudes muy fáciles de detectar: la del quedar bien y las del decir: no quiero.

Vivo el Adviento como ninguna otra fiesta porque ahora reconozco que la vida, la tuya y la mía, están llenas de luces y sombras. De momentos donde falta el ánimo, donde no hay las fuerzas, donde nos quedamos sin palabras, donde estamos paralizados. Pero también ahora sé que es la temporada donde el Sr. Dios se viene a nosotros y enciende cuatro luces y las coloca en su ventana. Para que no nos extraviemos en el camino. Para que podamos cambiar de rumbo. Para que podamos regresar a casa. A casa.

Lectura del evangelio de Mateo 21:28-32

¿Qué os parece? Una vez, un hombre que tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: Hijo, hoy tienes que ir a trabajar a la viña”. El hijo contestó: No quiero ir. Pero más tarde cambió de idea y fue. Lo mismo le dijo el padre al otro hijo, que le contestó: Sí, padre, iré. Pero no fue. Decidme, ¿cuál de los dos cumplió el mandato de su padre?                                                                                                                                               Ellos respondieron: El primero.                                                                                                        Y Jesús añadió:  Pues os aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van a entrar en el reino de Dios antes que vosotros. Porque vino Juan mostrando con su vida cómo se debe cumplir la voluntad de Dios, y no le creísteis; en cambio, sí le creyeron los recaudadores de impuestos y las prostitutas. Y vosotros lo visteis, pero ni aun así cambiasteis de actitud dándole crédito.

Padre escucha nuestra oración

Señor de las luces: Que nuestro comportamiento hable de nuestro conocimiento donde quiera que habitemos. Líbranos de le ceguera espiritual, de los prejuicios infantiles, de las durezas del corazón. Espíritu Santo alúmbranos, porque a Jesús esperamos. Amén.  

Augusto G. Milián

 

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