Pues enderezar lo torcido


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querida iglesia:

En este segundo domingo de Adviento retomamos al evangelio de Lucas, que tratará de darnos el contexto histórico de su relato. Estamos en tiempos del Imperio romano; la provincia depende del pretor. Debido a su característica problemática, el ejército era ahora de ocupación y es el que gobernaba realmente. Los gobernantes judíos, además de no queridos por el pueblo, ya no tenían poder. Eran más poderosos los sacerdotes Anás y Caifás, que los tetrarcas.

En medio de este escenario de opresión, los campesinos, los que estaban fuera del sistema eran los que más sufrían las imposiciones imperiales. Poncio Pilatos era famoso por su crueldad y por su avaricia sin límites. Funda la Nueva Cesárea en el centro de la provincia para desde allí gobernarla como si Judea fuera su pequeño imperio,

En este medio que se levanta una voz en el desierto, alguien que denuncia al poder y a su maldad que impera. Y lo hace sin pelos en la lengua, pero nuevamente, junto al juicio, aparece también la esperanza. La verdad y el amor. Como si ambas cosas pudiesen ir separadas.

Muchos creyeron que Juan era el esperado, y es que las señales que le acompañaban, les recordaba a los profetas de los tiempos antiguos. El muy bien podía ser el que los librara de tantas injusticias. Otros, suponían que era Elías que había vuelto a la tierra a acabar el trabajo. Y es que Juan, el que bautizaba en el río Jordán, se asemejaba mucho a esta figura. Pero será el mismo Juan el que tenga que proclamar para evitar malos entendimientos:  No, yo no soy el liberador. Viene otro más poderoso que yo. Hay que esperar.

En el año decimoquinto de Tiberio César, se nos proporciona la pista más exacta de la fecha en la que comenzó el ministerio de Juan. Eso podría ser entre el 26 y el 29 d. C. Se acercaba el tiempo de Jesús y Juan era su vocero.

Muchos estudiosos de las Escrituras suponen que es probable que fuera un año de Jubileo, cuando las deudas eran canceladas. Pero el año de Jubileo, requiere también que aquéllos destinados a la servidumbre sean liberados. Es creíble, ¿por qué no? que Jesús escogiera empezar su ministerio en un año tan significativo y tuviera en mente que la hora de la servidumbre había terminado: el hombre libre podría elegir el bien, comenzará ahora una historia nueva. Una nueva humanidad en el Reino de Dios.

Pero miremos al texto con calma“…vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto.” Lucas acaba de hablar del Emperador Tiberio, el hombre más poderoso del mundo, y ha nombrado a otras seis figuras políticas y religiosas. La palabra de Dios, sin embargo, no le llegó al Emperador Tiberio. Ni le llegó a Caifás, el único sacerdote privilegiado para entrar en el lugar Santísimo del Templo. En cambio, la palabra de Dios le llega a Juan, un hombre intrascendente para la cultura de este tiempo, pero un himbre ya consagrado a Dios, pues vive como lo hacían los nazareos, sin contaminarse con los productos de las ciudades, en el desierto. Solo.

¿Y qué hacía Juan? Esta es una pregunta que nuestros niños de la Escuela dominical pueden responder. El texto nos dice que bautizaba y llamaba al arrepentimiento. El bautismo de Juan no es un bautismo para convertir gentiles al judaísmo. En cambio, pide a los que lo escuchan, arrepentimiento y los bautiza para el perdón de sus pecados. Arrepentimiento y bautismo. Dos guias para comenzar una nueva vida. Dos señales. Dos luces que hoy alumbran nuestra mesa.

Juan explica los requisitos del arrepentimiento, una vida nueva, y compartir con los necesitados, lo poco o mucho que tenemos, pero sobre todo el evangelio, las buenas nuevas. ¿Sencillo no? Nada que ver con nuestra cristianismo contemporáneo. Cuando recaudadores y soldados preguntan qué es lo que debían hacer, se les dice que traten honestamente al pueblo y que no utilicen su poder de forma abusiva.

Si, el Adviento, el nuestro, es un tiempo para prepararse para recibir al Señor de la historia, pero es también el momento indicado para que toda carne vea la salvación de Dios. Encontramos en el discurso de Juan la manera de estar preparado: tratando a la gente con integridad y utilizando el poder que está a nuestro alcance con justicia..

Este es nuestro mensaje hoy. Un mensaje acultural, Acronologico. Necesitamos todavía ser perdonados por el Sr. Dios. A veces estamos tentados a pasar por alto la realidad del pecado y enfatizar solo el perdón. Sin embargo, eso no es fiel ni a las Escrituras ni a nuestras necesidades espirituales. Junto a la certeza de nuestro pecado, tenemos la certeza del perdón y eso es importante para nuestra salud  personal. Quizás por ello en este día necesitamos volvernos a acercarnos a donde está el pan y el vino.

¿Alguna observación práctica? Quizás una necesaria. En nuestras iglesias, debemos tener cuidado de no dejarnos avasallar por las estructuras y sus necesidades más imperiosas. Creemos que estas son metas dignas, y fácilmente medibles. Pero nunca fueron ni serán el centro de nuestra vida comunitaria. La meta final, a lo que hemos sido llamados, es a preparar corazones para que reciban al Señor de la Libertad y esta es una meta difícil de medir. Así que nadie se empeñe en ello. Mientras que reparamos viejos edificios e implementamos programas y convocamos a reuniones, debemos recordar que la obra verdaderamente importante de la iglesia toma lugar a este nivel menos visible, menos inmedible y que ésa es la obra del Espíritu.

Una última observación. Ahora veamos la manera en que Lucas se despide…y verá toda carne la salvación de Dios. Lucas se nos presenta como un judío helenizado, y tanto en su evangelio como en el relato que hace en Hechos hay referencias frecuentes y positivas hacia los gentiles. A ellos no se les excluye del plan de salvación. Esto puede parecer irrelevante en nuestros días. No es nuestro problema. Sin embargo, tenemos que reconocer en el ejercicio de arrepentimiento eclesial que vivimos en una iglesia dividida, en un mundo dividido, donde los diferentes son segregados y silenciados, y donde clasificamos al prójimo por su origen etnico, por su manera de vivir la religión, por su educación, por su manera de vivir la política, por su riqueza, e incluso por su preferencia sexual. Es en medio de esta realidad que el pueblo necesita oír que Dios llama a todos al arrepentimiento y al perdón de pecados. Nadie es excluido de la salvación. Todas son criaturas de Dios.

Querida iglesia:

No encontraremos en Marcos ni en Mateo, los otros evangelios sin´pticos, esta alusión a Isaías que Lucas modifica para decir y verá toda carne la salvación de Dios. Pero Lucas lo hace para nuestra sorpresa y nuestra memoria, y nos recuerda así que el tiempo del Adviento, es el tiempo de la promesa por cumplir, un tiempo para enderezar lo torcido, además de que la salvación es para todos, y que debemos esperarla con fe. También tú y yo. Amén.

Augusto G. Milián

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