Los grandes milagros están llenos de pequeños gestos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando queremos tener información sobre un producto leemos la etiqueta que lo identifica. Es como una carta de presentación.

Pensemos ahora en un cristiano. ¿Qué contenidos puede tener la etiqueta que identifique a un cristiano? Con esta pregunta en mente vamos a leer el texto sobre el que se basa la reflexión de hoy.

Lectura del libro segundo de Reyes capítulo 5 versículos del 1 al 18.

La historia de Naamán se sitúa aproximadamente en el año 850 a.C. El que fuera reino de David ya estaba dividido en dos, el reino de Judá al sur y el reino de Israel situado al norte. En aquella época eran frecuentes las incursiones y asaltos en las tierras fronterizas para robar y saquear. Por aquél tiempo reinaba en Samaria, la capital de Israel, Joram, hijo del temido Acab. En la frontera norte estaba el principado arameo (sirio) de Damasco gobernado por el rey Jazael.

Con esta historia vamos a destacar tres ideas.

La principal de ellas hace referencia a la interconexión y la influencia mutua que existe entre los personajes. Como individuos somos seres sociales. No podemos vernos de forma aislada ya que nuestros actos influyen en los demás y los actos de los demás influyen, a su vez, en nosotros mismos. No nos comportamos del mismo modo cuando estamos con unas personas o con otras. La realidad que percibimos es mucho más compleja de lo que pensamos. Debemos ser conscientes de las influencias que recibimos y damos. La importancia de estas influencias se recoge en las actuales terapias psicológicas que van más allá del individuo, llegando a intervenir en su entorno y en las personas con las que se relaciona. ¿Cómo influye mi comportamiento en las personas que tengo más cerca? ¿Y cómo me influyen a mí?

Vamos a ver esta red de influencias en los personajes de nuestra historia. Los personajes más importantes, curiosamente, son los secundarios: la joven sierva y los fieles siervos de Naamán se convierten en el motor de esta historia.

Llama poderosamente la atención la actitud de la joven esclava. Nos podemos preguntar cómo siendo privada de lo que era su vida, su familia, sus costumbres, su tierra, su libertad, es capaz de no ignorar el sufrimiento de Naamán y se atreve a intervenir aportando una solución al problema. Este hecho es extraordinario. Va contra toda lógica humana, pero no es así para la lógica de Dios.

La identidad de Dios es el amor. “Dios es amor”. 1 Juan 4:8. Él nos ama. No hay nada en este mundo que se parezca a como nos ama Dios. Lo más aproximado pueden ser unos padres amorosos.  Dios ama por encima de toda lógica. “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos” (Isaías 55:8). Por eso los cristianos, como imitadores de Cristo, a veces podemos resultar ilógicos y correr el riesgo de ser mal interpretados. Solo Dios a través de su Espíritu, nos puede dar esa capacidad de amar por encima de todas las circunstancias. 1 Juan 4: 7-13. Esta joven, sin duda, amaba a Dios.

Pero, ¿qué es amar? ¿Cómo llevarlo a la práctica? Amar es darse. Dar de lo que somos, de lo que está vivo en nosotros, de nuestra alegría, el interés, comprensión, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que forma parte de nosotros. Es al darnos como podemos conocernos unos a otros. Esa es la forma que tiene Dios de darse a conocer. Gracias a esta capacidad de amar dada por el Espíritu de Dios, esta joven da a conocer lo que forma parte de ella, y da a conocer lo que de Dios hay en ella. Así es pues como arranca esta historia como un engranaje perfecto.

La actitud de la joven nos indica que era bien tratada por Naamán y su esposa. Ellos eran buenas personas. Vamos viendo ese engranaje de influencias entre las personas como un regalo del Espíritu de Dios a los hombres, sean estos conocedores o no del Dios verdadero.

A su vez Naamán es estimado por el rey y éste no duda en facilitar su entrada en tierra de Israel por medio de una carta de presentación dirigida al rey de Israel.

Hasta aquí, las influencias entre unos personajes y otros están basadas en una relación de afecto. Están bajo la influencia del Espíritu de Dios. Pero ahora nos enfrentamos a la actitud del rey de Israel que pone en peligro este engranaje, interpretando la carta como un pretexto para iniciar una guerra. Ahora nos situamos ante la lógica puramente humana, que intenta desbaratar el amor de Dios. Este rey siente miedo.  “Dónde hay amor, no hay temor” 1ª de Juan 4:18. El miedo nos bloquea y nos impermeabiliza al amor, incapacitándonos para darnos.

Vemos que es necesaria la influencia de nuestro siguiente personaje: Eliseo, que como mensajero de Dios, libera a este rey de sus temores; y el engranaje del Espíritu Santo en estas interrelaciones se vuelve a establecer.

Es importante que seamos conscientes de cuáles son los miedos que nos bloquean y nos impiden darnos a los demás.

Otra situación que pone en riesgo esta influencia de Dios es la actitud de Naamán ante el comportamiento de Eliseo. A simple vista parece que Eliseo complica la situación con un acto tan simple como no recibir a Naamán en persona. Parece una conducta extraña, poco lógica para la amabilidad que se espera de un representante de Dios. Pero la lógica de Dios es diferente.  Con esta acción, Eliseo quizá pretenda dar el protagonismo solo a Dios, como sumo dador, y no a sí mismo como profeta.

Esta lógica extraña no es bien interpretada por Naamán y provoca  su orgullo e indignación.

Como cristianos es muy importante qué seamos conscientes de todo aquello que nos hace perder la paz y la serenidad. De todo aquello que nos hace perder de vista a Dios.

Aquí está a punto de terminar la historia en desacuerdo con los planes de Dios. Necesitamos de otro engranaje que recupere el amor de Dios. Los siervos de Naamán le aconsejan sabiamente (2 de Reyes 5: 13). Y es que Dios es capaz de escribir recto en renglones torcidos.

Así, gracias a estos pequeños actos de amor, de personas casi insignificantes, como la joven esclava y los siervos, se produce el milagro de la sanación de Naamán y su conversión   (2 de Reyes 5: 15-18). Es preciosa la expresión de su conversión superando con creces su orgullo al querer llevarse tierra de Israel como símbolo de su aprecio.

Hemos visto la gran responsabilidad que tenemos como cristianos. Somos embajadores del amor de Dios, porque él vive en nosotros. Somos sus manos para dar su amor los unos a los otros. Pensemos en la responsabilidad que tenemos con las personas que nos rodean.

Otra idea que se desprende de esta historia es que los personajes secundarios, la esclava y los siervos, son en realidad los más libres de todos porque, a pesar de las circunstancias, eligen cómo quieren responder; eligen darse. “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” Juan 8:32. ¿Qué verdad hay que conocer? “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” Juan 14:6  La verdad que hay que conocer es Dios y Dios ya hemos visto que es amor. La capacidad que Dios nos da de amarnos los unos a los otros nos libera de nuestros miedos y temores y de todo lo malo que hay en nosotros. ¿Hay mayor libertad que esa?

Otra idea es que el amor es dar sin esperar recibir nada a cambio. Por eso Eliseo no acepta los regalos de Naamán.

Cuando no esperamos nada a cambio somos realmente libres de dar.

¿Recordáis la pregunta que tenemos pendiente? ¿Qué nos identifica como cristianos?

El personaje principal de esta historia es en realidad Dios. Nosotros somos sus instrumentos para ejercer su influencia, para dar vida a ese amor. Debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos al relacionarnos con las personas que nos rodean.

Como broche final de nuestra reflexión, volvamos a leer 1 Juan 4; 12 y 13

¿Recordáis la etiqueta que tenemos pendiente de rellenar?

El contenido de nuestra etiqueta como cristianos sería:

Hecho por las manos del ALFARERO

100% AMOR

Mejora con el uso

Lavar en los méritos de Cristo.

Planchar a temperatura del Espíritu Santo

Hecho en el corazón de Dios.

 

Isabel Olivan

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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