Reconstruir murallas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nehemías 3 

Con tanto ardor deben los ciudadanos pelear por la defensa de las leyes como por la de sus murallas, no siendo menos necesarias aquéllas que éstas para la conservación de una ciudad.  (Heráclito)

"Sin leyes de ninguna manera la ciudad se puede conservar, mas sin murallas muy bien puede permanecer.”       (Erasmo de Rotterdam)

“Después de todo eres la única muralla. Si no te saltas, nunca darás un sólo paso.”    (Luis Alberto Spinetta)

 
De joven escuchaba una canción del grupo chileno Inti Illimani que decía “Tun tun, ¿quién es? Una rosa y un clavel. Abre la muralla. Tun tun, ¿quién es? El sable del coronel. Cierra la muralla.” Según quién llamaba a la puerta, se le franqueaba el paso o no, pues la labor de una muralla es, en principio, defensiva. Se permite que alguien entre, o no. La excepción fue el Muro de Berlín, que separaba la parte occidental de la ciudad de la Alemania comunista. Cuando se construyó, las autoridades comunistas dijeron que era la típica muralla defensiva, para que los capitalistas no invadieran el paraíso comunista, pero en realidad se construyó para que los ciudadanos de Berlín oriental no escaparan al mundo libre. Es decir, no se trataba de evitar que se entrara, sino que se saliera, pues la RDA estaba perdiendo a sus mejores profesionales, que querían emigrar a la RFA. Muchos murieron en el intento. En vez de ser una muralla, era más bien una jaula o una prisión.

Algunas ciudades aún conservan sus murallas romanas o medievales. En España son famosas las de Ávila y las de Lugo. Todos conocemos la muralla      romana de Zaragoza (siglo III), que no se conserva en su totalidad

Nehemías vio en seguida el peligro que suponía para la ciudad de Jerusalén el tener la muralla derruida, así que inmediatamente hizo que todo el mundo se pusiera manos a la obra: ésa es la labor del líder. Todos los ciudadanos de Jerusalén hicieron su parte en la enorme obra de reconstrucción del muro de la ciudad, con alguna excepción (v 5). De manera similar, el trabajo de la


iglesia requiere del esfuerzo de cada miembro para que el cuerpo de Cristo funcione con eficacia (1 Corintos 12).

El sumo sacerdote es la primera persona mencionada que se puso a trabajar vigorosamente y ayudó en la obra, pues los líderes espirituales no solo deben guiar de palabra, sino por medio de la acción. La Puerta de las Ovejas era la puerta que se usaba para meter las ovejas a la ciudad y llevarlas al templo para los sacrificios. Nehemías puso a trabajar a los sacerdotes reparando esta puerta y la correspondiente sección del muro.

Los muros que estaban a cada lado de estas pesadas puertas de madera eran más altos y más gruesos para que los soldados pudieran hacer guardia y defenderlas en contra de cualquier ataque. Algunas veces, había dos torres de piedra para vigilar una puerta. En tiempos de paz, las puertas de la ciudad eran centro de actividad: el consejo de la ciudad se llevaba a cabo ahí, y los vendedores colocaban sus mercancías a lo largo de la entrada.

Uno de los caminos principales a través de Jerusalén entraba a la ciudad por la Puerta del Pescado. El mercado de pescado estaba cerca de la puerta y los mercaderes de Tiro, del Mar de Galilea y de otras áreas pesqueras entraban por esta puerta para vender sus mercancías.

A través de la Puerta del Muladar el pueblo sacaba la basura para quemarla en el valle de Hinom. La Puerta de los Caballos estaba ubicada en el extremo oriental del muro, en frente del valle de Cedrón. La Puerta del Juicio se encontraba en la parte norte del muro oriental.

Pero ya antes del exilio a Babilonia, los profetas habían visto la importancia de unas buenas murallas defensivas. Así nos dice Miqueas, en una profecía mesiánica:

 "Rodéate ahora de muros, hija de guerreros. Nos han sitiado. Con vara herirán en lamejilla al juez de Israel.” (Miqueas 5: 1)

 

Lo cual no sirvió de nada ante el empuje arrollador de los babilonios, que destruyeron Jerusalén y el Templo:

“Y quemaron la casa de Dios y rompieron el muro de Jerusalén y consumieron a fuego todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos deseables.” (2 Crónicas 36: 19)

 

Así pues, Nehemías era muy consciente de que una ciudad sin murallas, no se podía defender y se acordaba de que para tomar la ciudad de Jericó, el pueblo de Israel tuvo que destruir sus murallas primeramente, dando vueltas a su alrededor y tocando el cuerno de carnero y las bocinas:

“Entonces el pueblo gritó y los sacerdotes tocaron las bocinas y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina gritó con gran vocerío y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante y la tomaron.” (Josué 6: 20)

Aunque Nehemías cumplió con su labor de reconstruir las murallas de Jerusalén, lo cual en aquel momento era necesario para defenderse de los adversarios, debemos entender que la responsabilidad de proteger a su pueblo, en este caso la iglesia, recae en primer término en Dios mismo y no en nuestros esfuerzos humanos. Por supuesto que, en caso de ser atacada, la iglesia no puede permanecer pasiva sino que debe defenderse pero, como dice el salmo:

“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.” (Salmo 127: 1)

 No se trata tanto de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer, sino de que permitamos al Espíritu Santo usarnos en su obra, pero ¡la obra es suya, no nuestra! No cesemos nunca de trabajar en la obra, de una manera o de otra, entendiendo que la viña es del Señor y no nuestra.

Las murallas pueden ser necesarias en un momento determinado, pero lo deseable es que desaparezcan y no que se levanten. En Zacarías leemos la promesa de futuro de que no necesitaremos murallas:

“y (el ángel) le dijo: corre, habla a ese joven diciendo: sin muros será habitada Jerusalén, a causa de la multitud de hombres y de ganado en medio de ella. Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego en derredor y para gloria estaré en medio de ella.” (Zacarías 2: 4-5)

 

¿Cuándo se cumplirá esta promesa? En tiempos de Zacarías no, pues era contemporáneo de Nehemías. La respuesta la encontramos al final de la Biblia, en la descripción de la Jerusalén celestial:

“Tenía un muro grande y alto con doce puertas y en las puertas doce ángeles y nombres inscritos que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.” (Apocalipsis 21: 12)

 

Entonces, ¿habrá muro en la Jerusalén celestial? ¿No entra esto en contradicción con la promesa que leemos en Zacarías? No, porque Juan lo explica de esta manera:

“Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.” (Apocalipsis 21: 25)

 Un muro cuyas puertas están abiertas en todo momento es como si no existiera. Todos los que estén junto a la muralla de la Jerusalén celestial tienen libre acceso a través de las puertas abiertas, para entrar y para salir con total libertad.

El ser humano es un “animal social”, necesitamos del contacto con los demás para vivir en armonía y plenitud. Si le ponemos trabas, muros a ese contacto, estaremos negándonos una parte de nosotros mismos y, a la larga, eso nos pasará factura.

En ocasiones, podemos hablar de muros físicos, de personas que tienen una minusvalía que les impide caminar, ver, hablar u oir como la mayoría, ya sea por nacimiento o tras un accidente. Afortunadamente, en nuestra sociedad occidental, se han creado mecanismos que facilitan la vida a estas personas, de manera que podemos decir que muchos de estos muros han              sido derribados

Otro tipo de muro que dificulta nuestra vida es el psicológico o emocional. Una barrera emocional es un límite, un obstáculo o un bloqueo. Es un impedimento que, de forma inconsciente en muchos casos, nos ponemos a nosotros mismos y nos dificulta la consecución de nuestras metas, nos hace sentir miedo y nos separa tanto de los demás como de nuestro propio y auténtico yo más íntimo.

Podemos clasificar los motivos principales de que nos pongamos estas barreras psicológicas o emocionales en tres grandes grupos:

1.   Causas internas, como son la inseguridad, la timidez, el miedo y el sentimiento de inferioridad.

2.   Causas coyunturales o circunstanciales, como pueden ser épocas de mayor estrés o preocupaciones.

3.   Causas culturales, especialmente en un mundo globalizado en el que se dan situaciones de convivencia entre grupos humanos venidos de diferentes contextos.

Pero además de los muros físicos y psicológicos existe un tercer tipo de aislamiento, seguramente más peligroso que los anteriores, aunque no es tan obvio: los muros espirituales, en concreto el pecado, la condición humana de que somos seres caídos ante Dios, lo que afecta nuestra relación con Él y también nuestra relación con los demás. Si en algún momento las murallas resultan infranqueables, es por nuestra condición humana, porque somos seres caídos, pecadores, que ofendemos a Dios con nuestros pensamientos, palabras y acciones. Por eso, en la Jerusalén celestial las puertas de los muros estarán siempre abiertas, porque allí ya no habrá pecado y las murallas ya no serán necesarias.

Además,no olvidemos nunca quién es la Puerta:

“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.” (Juan 10: 7)

 
Queridos amigos, si miras tu condición espiritual y ves que tu miseria y tu pecado te rodean, acuérdate de lo que decía Luis Alberto Spinetta: “Después de todo tú eres la única muralla. Si no te saltas, nunca darás un sólo paso.” Y acuérdate también de que la puerta, Cristo, está abierta para todo aquel que busque pastos abundantes. Si estás cansado de la bazofia espiritual que ofrece el mundo, ven a Cristo, entra por la puerta siempre abierta y te aseguro que no te arrepentirás nunca.

¡Dichoso el pueblo y la ciudad do reine el Príncipe de paz!

De vuestro corazón y hogar la puerta abrid de par en par.

¡Dejad entrar al santo Rey, que sólo exige amor por ley!

¡Cantemos con fervor al fiel Consolador!

Y el Dios de toda gracia que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo (…) os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.       (1 Pedro 5: 10-11)

Rafael Melón

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico