Un lugar tranquilo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Muchos de mis amigos desean tener un día para descansar durante la semana, pero no saben qué hacer cuando ese día llega. El concepto de shabbat ha dejado de tener significado para los hombres y las mujeres.  Incluso para los cristianos. Y es que nuestra cultura nos ha enseñado a sospechar de la palabra descanso. Trabajar, trabajar y trabajar se ha vuelto la consigna de muchos porque eso de descansar es para los flojos, para los mediocres o para los débiles. Pero con esta idea también estamos errados.

Jesús cree en el poder de la compasión.  Nosotros no lo tenemos claro. Los discípulos están llenos de temores y preocupaciones. Y Jesús se ofrece para estar con todos los que necesitan descanso. Para los que están agotados. Incluso para ti y para mí. Él puede entender lo que cada uno de nosotros necesita en este momento en que está nuestra vida. A veces estamos cansados. Otras veces no sabemos cómo parar y darnos un respiro. Y así pasan los días. Los meses. Los años. Para los que están en el primer grupo o para los que están en el segundo, Jesús nos dice: ¡vamos a un lugar tranquilo!

Según las Escrituras, el Sr. Dios fue el primero en descansar. No los hombres ni las mujeres. Al concluir la creación, en el séptimo día, Dios cesó de trabajar según nos narra el libro del Génesis. Nosotros sospechamos que el Padre no necesita descansar; pero nosotros sí. Él no necesita mantenerse activo para que le aprecien o valoren. Pero nosotros si caemos en esa trampa.

Queridos amigos: Viene un tiempo donde tendremos que encontrar el día para descansar. Para encontrar un lugar de reposo para el cuerpo, para la mente, para el corazón y para el espíritu. Porque sin este día y sin este lugar de quietud no podremos seguir respirando. No podremos seguir caminando. No podremos vivir con esperanza.

Queridos amigos que me escucháis: ¡Buenos días y buen descanso!

 Lectura del evangelio de Marcos 6: 30-32

Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le comunicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo:  Venid aparte conmigo. Vamos a descansar un poco en algún lugar solitario.                                                           

Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba ni tiempo para comer. Así que subieron a una barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado.

Escucha Señor nuestras palabras

Padre: Hay un hambre del corazón, hay un hambre espiritual, como también hay un hambre del cuerpo. Que yo pueda darme permiso para encontrar un lugar tranquilo y un día para estar con Jesús. Espíritu Santo enséñame a ser compasivo no sólo con los otros, sino también conmigo. Muéstrame que no es malo estar solo. Y que en la quietud yo me sienta acompañado. En Jesús nosotros confiamos. Amén ///

Augusto G. Milián

 

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