Un Dios que no es sordo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Escribo en medio de la noche. La ciudad está silenciosa. Y el domingo se nos ha ido entre las manos como si fuera un manojo de hierbas.

Nosotros creemos que podemos alcanzar muchos logros por nuestro propio esfuerzo. Pero nosotros estamos equivocados. Nosotros creemos que con una oración podemos hacer que las cosas con las que no estamos de acuerdo cambien de la noche a la mañana. Pero nosotros estamos muy errados. Ahora sabemos que si después de orar, alguna cosa cambia de manera inmediata en nuestro mundo, esa cosa será primero nuestro corazón.

Los discípulos quieren saber constantemente lo que hacen sus manos derechas y sus manos izquierdas. Los discípulos quieren publicar sus anhelos de manera inmediata y ser conocidos. Los discípulos usan las apariencias y los gritos para demostrar su religiosidad. Pero la vida de fe es otra cosa muy distinta.

Jesús sabía que su mundo no cambiaría con solo desearlo. Jesús sabía que había que orar. Jesús sabía que tendría que esperar. Jesús sabía que no tendría que preocuparse después de haberle dado las cargas al Sr. Dios. Por eso Jesús enfatiza en trasmitir algunos principios sobre la oración a sus discípulos desde los primeros momentos de su ministerio: la sencillez, el autocontrol y la esperanza. Y todo ello a solas con el Sr. Dios. Y todo sin un asomo de doblez u ostentación. Y todo esto como si se musitara a un Dios que no es sordo. Si, el Dios de Jesús no necesita que ni tú ni yo le hablemos con gritos.

Ahora cuando millones de personas en todo el mundo piden que los cañones guarden silencio y se haga la paz, quizás lo primero y lo mejor que podamos hacer los cristianos, mañana cuando salga el sale el sol, será cerrar nuestros ojos y hacer una oración que pronuncien los labios pero que salga de nuestro corazón. Y es que quizás hemos olvidado el poder tremendo de la oración.

Si. Si me puedes escuchar, mañana cuando abras tus ojos si vas a decir algunas palabras que estas palabras sean: Padre nuestro que estás en los cielos….

Lectura del evangelio de Mateo 6: 5-6

Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará

Señor, escucha nuestras palabras

Padre: Muéstranos el camino en medio de la oscuridad. Cambia nuestro corazón. Y hágase la paz en esta tierra como en el cielo. Jesús de ti tenemos memoria. Amén ///

Augusto G. Milián

 

 

 

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