El que más sirve es el más importante


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensando en voz alta

Hoy quiero comenzar el día con una pregunta. Hoy quiero encontrar una respuesta.

Hay personas que nos tocan el corazón. Hay personas que han dejado su huella en nosotros como si fuera una marca con un hierro candente. Son ellas y ellos los que nos han inspirado a levantarnos cuando estábamos caídos y a seguir por el camino aun bajo nubes grises de tormenta.

Hay personas que llegan a nuestra vida cuando ya no las esperábamos. Cuando no las buscábamos. Cuando nuestras expectativas estaban anuladas. Y por qué no decirlo: llegaron cuando nuestras mentes y nuestros corazones estaban tranquilos. Y entonces nuestro mundo cambió.

Los cristianos creemos que Jesús toca nuestro corazón. Que Jesús nos inspira. Jesús  toma la iniciativa de lavar los pies a los discípulos cuando estos lo han olvidado.  Todos han visto el lebrillo con agua y la toalla a la entrada del aposento alto, pero nadie se ofreció a dar el primer paso. Y es que los discípulos aun atesoran en sus mentes la pregunta: ¿Quién es el más importante de nosotros? Esta es una pregunta que ha venido acompañando a la iglesia siglo tras siglo. Como si fuera un pesado equipaje de viaje. Como si fuera una carga ardua de llevar. Como si fuera una cuestión teórica. Cuando en realidad se trata de la praxis evangélica.

A nosotros no debería sorprendernos las acciones de Jesús. Pero lo hacen. Nos sigue siendo poco real que sea el Maestro quien lave los pies de los discípulos. Que sea el que enseña quien sirve a los que aprenden. Para nuestra cultura esto un escándalo.  Por eso las buenas nuevas son contraculturales. Y lo son porque nos empujan a dejar de mirar nuestros propios ombligos, nuestras propias tradiciones, nuestras estrechas opiniones y levantar la cabeza al cielo. Sólo cuando dejamos de mirarnos tanto a nosotros mismos es que podemos darnos permiso para  comenzar a mirar lo que están a nuestro alrededor. Si, el servicio comienza por mirar a los que están a nuestro lado.

Ahora sabemos más que cuando éramos unos críos. Nuestra fe debería ser una fe adulta.  Ahora confesamos, por ejemplo, que Jesús es el Siervo sufriente. El Cordero de Dios. El Sanador herido. Y si alguien que me escucha, aún alberga la pregunta de quién es el más importante de entre nosotros la respuesta que he encontrado ya fue dada allá lejos y hace mucho tiempo: el más importante entre nosotros es el que más sirve.

El que más sirve.

Lectura del evangelio de Juan 13: 1-6

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin. Se habían puesto a cenar y el diablo había metido ya en la cabeza de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Con plena conciencia de haber venido de Dios y de que ahora volvía a él, y perfecto conocedor de la plena autoridad que el Padre le había dado, Jesús interrumpió la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo: Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí?

A ti dirigimos nuestras primeras palabras del día

Padre: Para nosotros es importante el queremos parecer a Jesús. Pero pasamos muchos días de nuestra vida intentando hacer cosas importantes que nos den un beneficio o que nos den la aprobación de los demás. En realidad queremos ser importantes. Espíritu Santo en esta Semana Santa ayúdame a escuchar a Jesús primero y a imitarle después. Aunque no entienda mucha de las cosas quue me pides, que no caiga mi esperanza. Que no caiga mi fe. En Jesús nosotros confiamos. Amén /// 

Augusto G. Milián

 

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