Hoy quiero decir algunas cosas sobre la sal


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante los últimos días del invierno comencé a levantar pesas otra vez. En realidad levantar pesas no es un castigo. Lo verdaderamente arduo durante estas jornadas han sido las comidas sin carbohidratos, las pechugas sin sal y los postres sin azúcar. Otro día hablaré sobre los postes. Hoy quiero decir algunas cosas sobre la sal.

Para Khalil Gibran, el poeta, la sal era algo extrañamente sagrado, pues estaba tanto en nuestras lágrimas como en las aguas del mar. Pero la sal es también algo muy profano: le da sabor a nuestras comidas aunque la mayoría de las veces no está visible. La sentimos, pero no la vemos. La sal, podríamos decir ahora, que es una de esas pequeñas cosas de la vida. Conserva, purifica y sazona.

Pero a los discípulos nos gustan las cosas grandes no las pequeñas. Optamos más por el poder que por el servicio. Nos sentimos más cómodos con las riquezas que con la pobreza. Y estamos dispuestos a ir a la guerra por mantener el control, las tradiciones y los dogmas Jesús sabe de nuestras debilidades. Sabe de la dureza de nuestros corazones. Por eso cuando establece los nuevos mandamientos para los hombres y mujeres del Reino de los cielos, nos recuerda que si alguna cosa hemos de ser en este mundo es ser como la sal.

Y ser sal en medio de la cultura, que tú y yo habitamos, es entre otras cosas ser valientes a pesar de las dudas, ser valiente a pesar de los dolores, ser valiente a pesar de las debilidades. Asi que estemos donde estemos hemos de dar sabor. Hemos de poner un poco de luz. Hemos de ser los embajadores de Jesús. En otras palabras, somos nosotros los que hacemos del mundo un lugar soportable. Un lugar respirable. Un lugar donde nadie tenga que esconderse del pasado. Porque cuando somos la sal de la tierra el pasado es un lugar donde podemos aprender, pero no un lugar donde vivir.

 Lectura del evangelio de Mateo 5:13

Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.

¿Quién escuchará mi oración en este día?

Padre:   Quiero en este día tener memoria de las personas que han marcado mi corazón con su calor. Que han iluminado mi camino con las enseñanzas de Jesús. Espíritu Santo que yo sea instrumento de gracia en el sitio donde esté. Porque a Jesús seguimos. Amén. 

Augusto G. Milián

 

 

 

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