La primera piedra


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Alguien ha traído una piedra como les pedí el domingo anterior?

Nos ha dicho muchas veces que la vida cristiana es una seria de nuevos comienzos; pero muchos de nosotros no lo creemos. O ya lo hemos olvidado. Los primeros cristianos creían que Jesús era el Dios de las segundas oportunidades. El cual está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para reconstruir nuestra vida, pero muchos de nosotros nos empecinamos, una y otra vez, en ser nosotros mismos quienes hagamos los cambios. Somos adictos a la autonomía. Al autocontrol. La historia relatada en este capítulo nos unica delante de algunas enseñanzas o principios referentes al concepto que atesoramosa sobre la salvación y nos dice sin medias tintas como el Sr. Dios lejos de querer condenarnos está dispuesto a brindarnos una nueva oportunidad. También a tí y a mi.


Hay mujer mujer pecadora delante de nosotros.

El capítulo ocho de este peculiar evangelio nos narra una historia relacionada con Jesús en la ciudad de Jerusalén, específicamente en las inmedaciones del Templo. Como era su costumbre ya en su ministerio, Jesús dedicaba tiempo a mostrar sus enseñanzas y muchas personas se habían acercado. Pronto sus palabras serian interrumpida por una multitud que entraba en la escenografía del lugar.

La acusación que portan.

Si bien es cierto, el adulterio según la ley de Moisés era uno de los pecados que se pagaba con la muerte y eran los rabinos los que acostumbraban dictar la sentencia. En esta ocasión los líderes religiosos de los judíos le presentan este caso a Jesús para escuchar su opinión.

Pero las cosas no son tan claras como algunos se imagina.

El texto de Juan es claro  la mala intenen aclararnos la verdadera intensión de los escribas y los fariseos que estaban en el grupo. Era una trampa perfecta ya que demandaba una confirmación o reprobación de lo que ellos pretendía hacer: apedrear a la mujer, con la complicidad de Jesús. 

Efectivamente la ley de Moisés aprobaba tal condena, pero si Jesús decía que la apedrearan, ellos podían acusar a Jesús delante de las autoridades romanas cuyas leyes prohibían la ejecución de alguien sin haber ido a juicio, y así Jesús seria acusado de sedicioso; pero por otro lado, si Él pedía que no la apedrearán entonces podían acusar a Jesús de ser un hombre que desobedecía la ley de Moisés y así desacreditar su ministerio.

¿Y que hace Jesús? ¿Qué dice el texto de Juan? Jesús ignora sus preguntas. Se inclina hacia el suelo y sorprendentemente comienza aescribir sobre la superficie con el dedo. Aunque algunos especulan acerca de lo que escribió en el suelo, el texto no nos dice nada acerca de sus letras así que cualquier cosa que se diga se trata de nuestra especulación.

La respuesta     

Sabemos que el mal no descansa. Pero también leemos de la insistencia de los fariseos y los escribas.  Esta insistencia  muestra dos cosas: la falta de sensibilidad y la falta de misericordia. Una vez más los religiosos están más preocupados por condenar al pecador que en su restauración.

Entonces Je´sus habla y sus palabras producen un cambio en la atención de la gente. Ahora no miran tanto la mujer. Ahora comienzan a mirarse a ellos mismos. Por dentro. Dónde nadie les ve. Si, la mujer era definitivamente una adultera no nos llamemos a equívocos; pero los que la han traído también portan otros pecados que ellos mismos no han hecho públicos. 

Aqui hay un principio importante para alcanzar la salvación desde la optica reformada. Si queremos alcanzar la misericordia del Sr. Dios tenemos que reconocer nuestros propios pecados. De nada sirve con esconderlos. Pero a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo les sigue agradando más el poder  nombrar al pecado de la persona que tiene cerca y no considerar su propia maldad.

De tales personas dice la Escritura que son como esos que están señalando la paja en el ojo ajeno y no son capaces de ver la viga en su propio ojo.

La conciencia acusa.

Se hace silencio. La conciendia es dura con nosotros mismos si somos sinceros. Los hombres, dice el texto de esta mañana, comenzaron a retirarse del lugar. Se van. Desde el que tiene más años hasta el más joven. Las piedras quedaron amontonadas. No se podían usar.

La compasión.

Cuando toda la turba que la acusaba se retiró, posiblemente llego una especie de alivio para la mujer, sin embargo, la vergüenza de su actuar debió quedar al descubierto ante la presencia de Jesús. Pero Jesús este no es el final de la historia. Jesús vuelve abrir la boca y pregunta: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? La mujer atinó a responder:  Ninguno, Señor. Sin embargo, Jesús muestra su misericordia al no condenarla y brindarle una segunda oportunidad: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Esta historia nos puede dejar dos enseñanzas

Primero, es importante reconocer nuestros pecados y no justificarnos porque sospechamos que los demás son más pecadores que nosotros.

Segundo, si nos arrepentimos y dejamos a un lado la maldad Jesús perdonar nuestros actos y palabras y nos pone delante una nueva oportunidad.

¿Quieres ser perdonado? ¿Sabes lo que es ser perdonado? Perdón es una palabra ardua. Pero nunca la experimentaremos aqui y ahora si no somos capaces de ponerla en práctica.

Piedras y perdón son palabras que comienzan con la misma letra. Pero son muy diferentes. Perdón /// Ese es el camino del Cristo. No las piedras.

Augusto G. Milián

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico