A veces no hay más remedio que levantarse


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querida iglesia:

El día que descubramos que no somos personas cariñosas comenzaremos a serlo. Y es que a veces no hay más remedio que levantarse y emprender el camino a casa.

El día que nos demos cuenta que podemos ser otro tipo de personas, a la imagen de  Jesús, ese día comenzaremos a serlo. Y es que el Sr. Dios utiliza siempre vasijas quebrantadas para mostrar su poder.

Espero que entiendan porque llevamos varios domingos mirando textos que hablan de la debilidad nuestra, de la humildad necesaria y de la vulnerabilidad en que nos encontramos. En verdad no aspiramos a quedarnos tal como somos, tal como nos educaron en la familia, tal como la cultura nos ha domesticado, así que reconocer la verdad sobre quienes somos y dónde estamos son puntos clave para los cambios que el Espíritu Santo puedo propiciar en nosotros.

Miremos el texto de esta mañana. Es una parábola. Una historia muy conocido en el cristianismo y fuera de él también. En una familia hay dos hijos. El mayor ayuda con el trabajo y el pequeño, bueno el pequeño está cansado de la vida que lleva y quiere romper con la familia y con la geografía donde vive, así que le pide al padre que le adelante parte de la herencia y se va lejos. Les invito a mirar la última escena.

El hijo menor ha gastado todo el dinero. Ha pasado hambre y ha decido regresar a casa. Es conciente de que ha avergonzado a su familia y podría traer desgracia sobre si. Su último trabajo fue cuidar cerdos. Para un judío era estar con el estiércol hasta el cuello. Era estar cuatro veces más impuro que si hubiese estado con una prostituta.

El versículo 17, es el que nos indica el cambio. Dice el texto que volviendo en sí, se levanta y emprende el camino de regreso a la familia, a la casa, al lugar donde nació. Esta es la imagen de una vida que ha sido quebrantada. Pero esta historia que cuenta Jesús es una historia de gracia no es una historia de mandamientos. Cuando está llegando a la casa su padre le ve y sale corriendo a su encuentro. Y para sorpresa nuestra no le dice lo mal que lo ha hecho sino que le besa.

No sé que imagen tienen Uds. del Sr. Dios en sus mentes y corazón en esta mañana. Pero esta imagen de un padre que perdona contra todo mandamiento es la imagen que Jesús pretende que tengan sus discípulos del Sr. Dios. No otra. El Señor y Salvador de los hombres y las mujeres ordena hacer una fiesta con música y mucha comida por un hijo que hasta ahora no era lo que se esperaba de él.

Nosotros somos como el hijo menor de esta historia. Nuestras vidas tienen mucho en común con esta historia. Algunos de nosotros nos daremos permiso hoy para reconocerlo y otros no se darán ese permiso nunca.

Pero la palabra clave en esta mañana es voluntariamente. El hijo menor regresa por decisión propia, algunos pensaran que fué por el hambre, o por la suciedad y si, quizás estas circunstancias le influenciaron. Pero eso no quita que la decisión de regresar haya salido de él. Sólo él tomo esta decisión. Nadie más. Y es esa voluntariedad la que lo hace estar arrodillado delante de su padre pidiendo perdón porque ahora es consiente de que no puede vivir por su cuenta. Ser un independentista no le valido de mucho. La cruda realidad es que sólo es un hombre dependiente y muy necesitado no sólo de comida, sino también de cariño. Como tú y como yo.

Cuando los amigos que están lejos, del otro lado del mar, me escriben o me llaman por telefóno me pregunta dónde estoy ahora en mi geografía espiritual, mi respuesta más sincera tendría que ser, utilizando la imagen de la parábola de este día: inclinado sobre mis piernas y en los brazos del Padre. Si, dependiente y necesitado. Reconociendo mi fragilidad. Y vulnerable ante los desafíos y dolores de la vida.

Querida iglesia:

El día que descubramos que no somos personas cariñosas comenzaremos a serlo con la única ayuda del Espíritu de Dios.Y entonces ese día andaremos por fe y no por lo que nuestros ojos ven.

Quiera el Sr. Dios que cuando nos levantemos de donde estamos caidos y regresemos a casa alguien salga a nuestro encuentroy nos abrace. Alguien nos ponga un vestido nuevo. Alguien coloque un anillo familiar en nuestra mano. Alguien nos ofrezca un calzado a nuestros pies desnudos. Si, quiera el Sr. Dios que manden a buscar a unos músicos y hagan una fiesta por nosotros. Porque estábamos pérdidos. Y hemos sido encontrados. Estábamos muertos y ahora hemos vuelto a la vida.

Quiera el Sr. Dios que esto sea así.

Augusto G. Milián

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