Como árbol plantado entre acequias


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Feliz quien no sigue consejos de malvados ni anda mezclado con pecadores ni en grupo de necios toma asiento, sino que se recrea en la ley de Señor, susurrando su ley día y noche.Será como árbol plantado entre acequias, da su fruto en sazón, su fronda no ne agosta. Todo cuanto emprende prospera.

Los salmos están llenos de contrastes. Es un recurso literario que llama poderosísimamente nuestra atención. El texto trata de darnos la clave de la felicidad, para ello contrapone dos caminos con destinos opuestos; el consejo de los necios frente a la ley de Dios. El texto también insiste en que el camino de Dios requiere atención (recrearse), esfuerzo y constancia, (susurrando día y noche). Otras versiones usan el término meditar.

Creo que estamos ante un texto importantísimo para la espiritualidad, para la esencia de lo que somos, para el alma del ser humano.¿Quién no quiere la felicidad? ¿Quién no la busca?

¿La curiosidad nos lleva a preguntarnos qué es realmente ser feliz? Y en toda curiosidad está el origen de la filosofía. La Biblia está llena de filosofía.Ya los grandes filósofos como Aristóteles, se preguntaban cuál era el propósito de la existencia del ser humano. Para Aristóteles el fin último es ser feliz.

Cuando nos preguntamos a nosotros mismos si somos felices ¿Qué es lo primero en lo que solemos pensar? Normalmente pensamos en todas las situaciones que provocan en nosotros manifestaciones de alegría, de entusiasmo, de logro. Pero ese tipo de alegría es efímera, en la medida en que está ligada a las circunstancias que nos rodean, a lo que nos acontece.

La felicidad tiene que ser algo más profundo, más estable. Para Aristóteles la felicidad perfecta se encuentra mediante las virtudes. Es lo único que nos va a proporcionar una felicidad duradera basada en la plenitud, la realización, el sentirnos completos.

La virtud es la práctica y la búsqueda de la excelencia. Es obrar de modo correcto. Es todo lo contrario al vicio, al error, tanto por defecto como por exceso. ¿Recordáis que con esta idea de contrastes empieza nuestro texto de hoy? ¿Cómo se trabajan las virtudes?

Trabajar las virtudes nos lleva al equilibrio y requiere un esfuerzo. Por ejemplo:

La virtud de ser valiente es realmente una virtud si se consigue en el equilibrio entre los dos extremos, el temor por defecto, y la temeridad por exceso. El temor nos bloquea y nos impide desarrollar plenamente la valentía y la temeridad nos vuelve imprudentes. La virtud, la verdadera valentía estaría en el equilibrio entre los extremos. Por lo tanto esta idea nos lleva a que en cada situación que debamos desarrollar una virtud vamos a necesitar un esfuerzo, el uso de la inteligencia, la razón. Es necesario saber pensar, analizar, meditar para tomar las mejores decisiones. Es un esfuerzo que con la práctica continuada crea hábito. Se aprende. Todo aprendizaje requiere esfuerzo. El hombre virtuoso siempre está en construcción. Sin duda esta necesidad de meditar, nos vuelve a recordar nuestro texto de partida, susurrando su ley día y noche

No hay fórmulas magistrales, ni llaves maestras. Cada situación nos trae la posibilidad de tomar las mejores decisiones. Y eso se hace mejor junto a los otros. Relacionándonos y teniendo en cuenta a los demás. Para Aristóteles una de las virtudes más elevadas es la sabiduría, ya que nos orienta en esa búsqueda del equilibrio.

El Antiguo Testamento está lleno de referencias a la sabiduría.Veamos ahora todas las ideas que hemos ido analizando con algunos textos bíblicos.

Proverbios 9:10. La sabiduría comienza por honrar al Señor; conocer al Santísimo es tener inteligencia.

Salmo 119: 14-16 Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas. Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención en tus caminos.

Vemos pues que la sabiduría, la felicidad, está en el conocimiento de Dios. Dios se da a conocer de muchas maneras. A través de la Biblia, del otro, de nosotros mismos, de la naturaleza… Así descubrimos que Dios es amor y que podremos estar toda la vida estudiando la anchura, la altura y la profundidad de ese amor.

En el Nuevo Testamento, Dios se da a conocer a través de Jesús. Jesús dirá que él es el camino, la verdad y la vida. Al conocer la verdad seremos libres. El Nuevo Testamento introduce la vida en el espíritu que junto con la sabiduría, nos traerá la libertad, otro concepto importante para la felicidad.

Para hablar de la libertad debemos conocer nuestra naturaleza, cómo es el ser humano, cómo se comporta, qué aspectos de su naturaleza pueden dominarle y quitarle la libertad. Y es que la Biblia está llena de psicología. Los filósofos estoicos analizan muy bien estas cuestiones.Un hombre sabio es un hombre libre. ¿Y qué es la libertad? Nos podemos preguntar.

Epicteto, filósofo estoico, nació como un esclavo. Su nombre en griego significa “adquirido”. Escribió Enquiridión, su manual de estoicismo, donde volcó todas sus ideas sobre la libertad. ¿Quién mejor que alguien que ha sido esclavo para hablar de la libertad?La libertad es una actitud mental. Una persona puede ser físicamente libre y al mismo tiempo estar anímicamente o mentalmente sometida a crueles amos psicológicos, en forma de deseos, pasiones y apetitos destructivos. Y viceversa, una persona puede estar físicamente sometida e incluso literalmente encadenada, pero ser interiormente libre y no dejarse vencer por la frustración o el desánimo.

Esta reflexión la podemos aplicar a cualquier circunstancia. Por ejemplo: Una falta de respeto es algo que escapa a nuestro control, pero somos libres de elegir la manera de reaccionar. Todos sufrimos accidentes, perdemos a seres amados, no conseguimos los empleos que perseguimos, enfermamos… Nada de esto depende de nosotros, pero nos da la oportunidad de decidir cómo reaccionar en lugar de colocarnos en el papel de víctimas de las circunstancias. Es una forma potente de luchar contra el odio, la envidia, el temor, la ansiedad, la ira y rencor. Podemos elegir reaccionar con serenidad, calma y aceptación. Pero todo esto requiere un gran esfuerzo.

Los judíos también lo saben. Por eso decidieron tomar literalmente el texto de Deuteronomio 6: 8, y crearon los tefilín, esas cajitas con selecciones del texto bíblico, que atan a su brazo izquierdo, más próximo al corazón, como símbolo de la necesidad de guardar sus acciones y emociones, y a su frente, como símbolo de cuidar sus pensamientos.

Vemos que es necesaria una reflexión sobre nuestras reacciones, sobre lo que nos crea inquietud, sobre lo que nos puede dominar. No podemos ser libres si no nos conocemos a nosotros mismos, si no sabemos viajar por nuestro interior. Por eso en la Biblia encontramos tanta poesía.

El Nuevo Testamento introduce las ideas que hemos estado viendo, como potentes herramientas. Nos propone la vida en el espíritu, guiada por la sabiduría de Dios y no por los deseos de la carne, en términos del apóstol Pablo. Veamos una selección de esos textos:

Gálatas 5:13Vosotros hermanos habéis sido llamados a la libertad.

Romanos 8: 5-6 Los que viven conforme a la naturaleza del hombre pecador, solo se preocupan por lo puramente humano; pero los que viven conforme al espíritu, se preocupan por las cosas del espíritu. Y preocuparse por lo puramente humano lleva a la muerte, pero preocuparse por las cosas del espíritu lleva a la vida y a la paz.

1ª Corintios 6:12. Se dice: yo soy libre de hacer lo que quiera. Es cierto, pero no todo conviene. Sí, yo soy libre de hacer lo que quiera, pero no debo dejar que nada me domine.

Vemos que tenemos ante nosotros una gran herramienta para luchar y crecer en la vida. Solo el Espíritu y una vida en él nos capacitan para emprender este camino de continuo crecimiento, de plenitud, de felicidad, de libertad y paz. Me gustaría terminar con las imágenes de una poesía que me he tomado la licencia de construir con los textos de Job y Jeremías que hacen eco al Salmo con el que comenzábamos nuestra meditación. Para ello he usado diferentes versiones.

 

Soy como un árbol plantado junto al agua, cuyas ramas baña el rocío de la noche, con mis raíces a merced del agua,  con el rocío durmiendo en mis ramas. Soy como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no teme cuando llega el calor, pues sus ramas están siempre frondosas.En tiempo de sequía no se inquieta y nunca deja de dar fruto.

Isabel Oliván

 

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