¡Bienvenidos a la libertad!


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querida iglesia:

¡Buen domingo!

El texto de Juan nos servirá en esta mañana para conmemorar el día de la Reforma concentrándonos en tres temas que aparecen en boca de Jesús: verdad, libertad y esclavitud. Asi que podemos mirar hoy la historia pasada atendiendo a nuestra vida cotidiana.

No trataremos de calificaa a la Reforma como una etapa de  santidad y perfección, porque no fué así; más bien se trata de invitarles a ver en este evento, que cambió nuestra manera de ver al Sr. Dios y al mundo, en una especie de lucha en torno a estas tres temáticas tan presentes en el evangelio de Juan. Así que si alguien se pregunta cómo conmemorar la Reforma protestante podríamos responder sin titubeos que conmemorar el espíritu de la Reforma significa preguntarnos constantemente sobre el estado de nuestra existencia entre la libertad, la verdad y la esclavitud. 

Miremos el texto. Jesús proclama que permanecer en su palabra es lo que nos hace sus discípulos, discípulos que conoceremos la verdad que nos hará libres, v. 31b-32. No se si han notado que aquí el movimiento que nos propone el texto: el seguimiento de Jesús y su palabra es lo que nos va haciendo discípulos en el camino. El discipulado suele ser un término muyamplio, pero aquí y ahora, se nos presenta como un compromiso de vida, como una relación que irá revelando día a día. 

La verdad no aparece en el evangelio como un concepto filosófico o abstracto, sino como la promesa de que esta será conocida por quienes le demos una geografía en nuestra vida. Y es precisamente en este agarrarse a la Palabra proclamada, que la verdad es trasmitida en tanto que es practicada. Recordemos que en la usanza hebrea, el término conocer significa nada más y nada menos que una experiencia o unencuentro personal.

 Por ello la verdad no apunta a un momento de espontánea iluminación, tampoco al resultado de una pedagogía, o al entendimiento de ciertas proposiciones ideológicas. Más bien la verdad de la que habla Jesús es lo que se irá conociendo mediante de un proceso gradualmente y que ha de ser visible para los demás. El nombre de esa visibilidad, de esa verdad, es Jesús, el Cristo, de quien dice Juan que es el camino, que es la verdad y que es la vida. La presencia del Sr. Dios en medio de nuestra realidad dolorosa y agobiante eso es la verdad.

Pero en el camino del discipulado a la verdad se les une, en el texto de Juan, otro concepto muy manido en nuestros días: libertad. Verdad y libertad se encuentran estrechamente unidas y nosotros lo sabemos. A esto alude el evangelio de Juan en la respuesta dada por los judíos, según el v. 33, quienes parecen renegar de la propuesta hecha por Jesús: ¿Por qué necesitamos ser libres? ¿Acaso no somos descendencia de Abraham, a quien la verdad le fue revelada? ¿Qué más necesitamos? 

La definición de los judíos se centra en una libertad negativa, en aquello que una supuesta ascendencia les puede garantizar: la libertad de la esclavitud. Pero Jesús se refiere a una libertad positiva, aquello para lo cual somos liberados. La libertad no es algo que nos fue otorgado en el pasado y ya, sino a lo que somos llamados: a dejar que la verdad, la Palabra tenga un espacio entre nosotros, en nuestras familias, en nuestra comunidad.

Por ello la esclavitud aparece en el evangelio de Juan no tanto relacionada con una institución social, o política, o económica, sino con algo a tener en cuenta: el pecado. De cierto os digo que todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado, v. 34b. No alberguen la certeza de que el evangelista pretente olvidar las realidades sociales de la Palestina del s. I, d. C, o  la opresión a que son sometidos los más pobres de la sociedad, sino que dichas realidades tienen su raíz en el fracaso de nuestras pretensiones y del llamado a ser visible la imagen del Sr. Dios. Asi que ahora tenemos otra definición del término pecado. Y es lo que se opone a que la Palabra se haga carne en nosotros.        

Es a partir de estas observaciones que hace Juan que podemos, y deberíamos, hacer referencia al evento que conmemoramos este domingo: la Reforma protestante. Más que una fecha que marca el inicio de una nueva denominación cristiana o iglesia dentro de la cristiandad, la Reforma debe entenderse como un impulso histórico para vivir,  para caminar con Jesús. Quizás otros si, pero nosotros no celebramos una ruptura. Nosotros celebramos y recordamos que la Palabra de Dios vino a los hombres y a las mujeres. Y vino con libertad. No, no nos celebramos a nosotros mismos, sino que rememoramos cuan fácil las palabras de Jesús pueden ser opacadas por nuestro cotidiano impulso de la libertad personal y comunitaria, por un falso sentido de autonomía e independencia. 

Quizás en un ejercicio de actualización podamos parafrasear el v. 33 e inclusive leerlo desde el púlpito este domingo: Nosotros somos herederos de Lutero, de Calvino, de Wesley y desde entonces no hemos sido esclavos de nadie. ¿Acaso no somos libres?

Sin duda, hoy, en esta mañana, se trata de entender ellegado de la Reforma en la clave presentada por las palabras de Jesús en el evangelio de Juan. Y quiero resumirla en pocas palabras: la libertad no es una supuesta verdad revelada en el ayer. Tampoco es una independencia de aquello que nos aprisiona exteriormente. Recordemos las palabras de Lutero en su tratado La libertad cristiana, escrito en  1520: El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie. El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos. Entonces, ¿qué podemos decir de la libertad en neustros días?  

Querida iglesia: 

Jesús no sólo nos libera de lo que nos oprime, sino que nos libera para vivir el aquk y el ahora. Por eso es que Lutero entiende la fe como la llegada de Cristo a nuestra existencia mediante la cual nuestro pecado es absorbido por el Sr. Dios y a cambio se nos da un vivir con gracia.

Y a manera de postludio quiero hacer una afirmación. Las palabras más contundentes de Lutero aparecen al final de su tratado sobre la libertad cristiana, cuando dice que el cristiano no vive en sí mismo sino en Cristo y el prójimo; en Cristo por la fe, en el prójimo por el amor

Quizás entiendan porque uno de los titulos que damos a Jesús en nuestras canciones es la de un castillo fuerte. 

Querida iglesia:

¡Bienvenidos a la libertad!

Augusto G. Milián

 

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