Confieso


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad.

Confieso que me gusta caminar por al Paseo Independencia de Zaragoza. Y llegarme al Corte Inglés y subir a la sección de libros y papelería. Allí los libros son legión. Y la parte dedicada a Espiritualidad y religiones está inundada de libros de autoayuda. Como si se tratase de una botica.  

Confieso que en nuestra cultura hay muchas creencias. Y es que vivimos una sociedad mestiza en lo que a creencias se trata. Algunas son más populares que otras. Algunas de ellas están relacionadas con la paz interior, y como su propio nombre indica, no se trata de las circunstancias externas, de lo que nos sucede fuera de nosotros, sino de cómo enfrentamos los sucesos cotidianos con las herramientas que tenemos dentro. De nuestras perspectivas.

Confieso que los discípulos de Jesús son los que escuchan sus palabras y las ponen en práctica. Y es que en el discurso de Jesús siempre hay una secuencia. Un ritmo. Un viaje. Por ejemplo, las personas que tienen el corazón limpio son los que tienen paz interior. Los que  reciben esa paz que no se puede comprar en ningún supermercado. Y solo a ellos se les ofrece el título de hijos de Dios

Confieso que entre otras cosas, los discípulos, somos llamados a ser pacificadores tanto en nuestras familias, como en nuestras iglesias. Pero esto a veces no es tan fácil de lograr. Y la razón es una: estamos abarrotados de conflictos. Y como resultado nos falta la paz. Nos despertamos en medio de la noche. Estamos cansados. Y muchas veces lloramos donde nadie nos ve.

Confieso que la paz, muchas veces,  depende de nuestra apertura y de nuestra sinceridad. Pero también he de confesar que la paz de la que habla Jesús no depende de nosotros sino del Sr. Dios. Es una especie de regalo. Un don. Y es que tener paz, entre otros muchas significados, es estar reconciliado. Estar reconciliado con Dios y con los hombres y las mujeres.

Confieso que necesito de personas reconciliadoras en mi geografía. De personas que sean un tesoro para la familia y para los amigos. Que sean una columna para su iglesia. Necesito de alguien con quien yo puedo tomarme un té con limón sin temor a que me cause heridas.

 Lectura del evangelio de Mateo 5,9

 Felices los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.

¿Quién escuchará nuestras oraciones?

Padre: Tú que hiciste el día y la noche, que nos cobijas en tus brazos en medio del dolor y que nos alumbras cuando la oscuridad nos acontece en el camino; reconocemos que nuestros días son de muchas disputas y de muchas discordias, y que no sabemos poner en práctica la reconciliación.
Espíritu de Dios, renueva la  misericordia dentro de nosotros; para que los contrarios puedan empezar a dialogar; para que los adversarios puedan estrecharse las manos;  y para que las hermanos puedan sentarse a la mesa. Jesús, tú eres nuestra paz. Amén ///

Augusto G. Milián

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