El problema que tenemos con la lengua


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I. Introducción

 a.      Gran parte del capítulo 3 de Santiago es una reflexión sobre la lengua como órgano de maldad y de confusión. Este un término que aparece 154 veces en las Escrituras y de ellas 122 veces en el AT. Pero claro, Santiago conoce el libro de los Salmos y Proverbios. Y de la lengua se dice mucho en ellos, sobre todo se nos enseña a temer una lengua desenfrenada, como uno de los males más grandes.
b.    Es posible que los lectores tuviesen en mente la figura del rabino judío. Cuando pensaban en ser maestros el modelo a seguir lo representaban estos dirigentes religiosos. Quizá fuese el estatus de que disfrutaban los maestros lo que atraía la atención. J. Jeremías nos provee ilustraciones del enorme respeto con que eran tratados, y ya que los lectores eran de origen judío, es plausible que hubiesen transferido ese mismo trato a los maestros cristianos. Ya que rabí se deriva de rabbán, y esto a su vez de rabab (grande), este título sólo podría ser aplicado con toda propiedad a Jesús. Los rabinos no cobraban y lo que ganaban lo hacían mediante la práctica de un oficio que obligatoriamente debían aprender. Este fue el caso de Saulo con las tiendas. Con todo, era costumbre en el judaísmo sostenerles y darles toda clase de prebendas y atenciones porque esto era considerado como una obra piadosa. Si el rabino era consciente de su responsabilidad y se comportaba consecuentemente con ésta, no había problema, pero si su vivencia se basaba en el orgullo entonces el caso sería muy distinto.
c.     Por otra parte, una de las funciones básicas de la sinagoga era su ministerio educacional, pues servían de escuelas además de su uso como lugar de reunión y culto. Así que, los maestros, tanto a la manera oficial como extraoficial, eran reputados y numerosos. Además de los maestros propios, un visitante ilustre o un extranjero con ciertas credenciales podría tomar la palabra en las reuniones Lc 4:15 y Hch 13:15), además de las discusiones públicas donde varios podían intervenir si lo deseaban.
II. La responsabilidad del que enseña. 3,1
a.     La responsabilidad del maestro. De manera significativa Santiago contrapone la lengua a la palabra. El negativo "no" antes de "muchos" indica que hay que llevar la aplicación más allá de los que son oficialmente reconocidos para incluir también a todos los que se levantan para instruir al prójimo. Están fuera de lugar las palabras hueras, la mera verborrea, las afirmaciones erróneas, las declaraciones irreflexivas... "Sabiendo", nos dice, que conocer los peligros hará que sopesemos debidamente las cosas; igualmente la alusión a lo que debieran saber incluye conocer la enseñanza de Jesús al respecto (¡Mt 5:19, Mt 18:6, Lc 12:42-48.
b.    La humildad del autor se hace patente al usar la primera persona plural "incurriremos" o "recibiremos", incluyéndose él mismo en la exhortación. "Juicio" es el veredicto pronunciado por el juez, y aunque en principio es neutral, generalmente alude a un juicio adverso Mr 12:40 y 1Ti 5:24); y el tiempo futuro apunta al momento de comparecer ante el tribunal de Cristo. Cuanto mayor el ámbito de influencia más grande la responsabilidad. Hch 20:26-27.
III. La vulnerabilidad del que enseña. 3,2
a.     El porque fundamenta la sentencia anterior. Los maestros siendo por excelencia hombres de palabras están particularmente expuestos a los pecados de la lengua. Deben hablar públicamente y ante una audiencia frecuentemente rendida o proclive al orador. Su posición es un semillero de tentaciones a la arrogancia y dominación sobre los estudiantes; ira o rencor ante la contradicción o la falta de atención; difamación y menosprecio hacia oponentes ausentes, etc.
IV. La influencia de la lengua
a.     Para Santiago la lengua es el equivalente al mal. Ataca al ser humano desde su interior y lo hace prisionero. Pero a la vez, es esta lengua la que proclama la bendición y la maldición. El si y el no. La que crea confusión y hace daño. Si algo trastoca la confianza es precisamente la lengua.  Santiago, como el autor del proverbio sería partidario de morderse la lengua antes de hablar.
b.    Miremos al v. 6. Es un cuadro sacado del Infierno de Dante, diría alguno. Es la imagen de la propagación y del aumento de las llamas destructoras sacada de una chispa sacada del lugar donde se quema la basura. La gehema. Lo trascendente no es el poder destructor de este fuego. Sino la incapacidad humana para tener claro cual es la diferencia entre el poder de la palabra y los efectos perversos de la lengua.
c.     Al proponer este cuadro de realidades humanas, la predicación de Santiago, podríamos creernos que tiene un tono moralista, que está ofreciendo una enseñanza, pero no nos guiemos por las apariencias, porque estas nos pueden engañar. En realidad Santiago trata de despertar un sentimiento de malestar para que los cristianos que le están leyendo puedan acoger una Palabra diferente a la que están acostumbrados por el lenguaje humano. Una Palabra que restablezca los puntos de orientación para personas desorientadas.
V. La lengua es contradictoria. Vv.9-12
a. En las sinagogas se acostumbraba a leer el Shema, compuesto de tres importantes textos tomados de la ley, tras lo cual la congregación repetiría una respuesta, una oración imprecatoria compuesta de dieciocho peticiones, cada una de cuales comenzaba con la exclamación: ¡Bendito seas tú, oh Señor! Seguramente esta oración era repetida también de forma individual y los más devotos la repetirían tres veces al día. Obviamente cantar alabanzas a Dios siempre es un privilegio, y más allá de las prácticas judías, los Salmos están atestados de palabras de adoración. Bendecir a Dios es el uso más elevado y noble de la lengua. Pero se está condenando una contradicción en la conducta. Maldecir no se reduce a pronunciar imprecaciones de palabra sino incluye todo el mal que podemos hacer a nuestro prójimo con la lengua. Una actitud que hace compatible la bendición a Dios con la maldición a los hombres entraña una indudable y profunda contradicción moral.
b. El tema de la doblez humana es aquí localizado en la conducta inconsecuente de la lengua. Cuando uno usa la misma lengua para bendecir a Dios y maldecir al hombre creado a semejanza de Dios, revela de manera fundamental la lealtad por la que pretende vivir. Es pecado no un mero error o falta. La mención del origen y naturaleza del hombre no se deriva de la observación de la conducta humana sino de las Escrituras, así que, lo que está en juego es la manera apropiada de percibir y responder a la creación de Dios.
VI. Preguntas, dudas, opiniones, etc

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