Hablandosobre la limpieza de adentro y de afuera


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querida iglesia:

Nosotros pretendemos que la tristeza no toque a nuestras puertas, pero la tristeza llega a nuestras casas sin pedir permiso. Nosotros anhelamos estar siempre sanos, pero en esta mañana algunos de nosotros podrá reconocer que estamos enfermos. Nosotros creemos que lo sabemos todo, pero realmente sabemos muy poco. Nosotros esperamos un milagro, pero a veces los milagros llegan y no los vemos.

Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente, eso dice el texto. Nosotros sabemos que los milagros de Jesús atrajeron mucho la atención; pero también lo hicieron sus enseñanzas. Hoy tenemos una historia con dos personajes.

En la Palestina del siglo I, d. C, la lepra era una enfermedad terrible, destructiva y aún lo es en algunas partes del mundo. La lepra no ofrecía esperanza, así que este leproso que se acerca a Jesús lo hace con un gran sentido de necesidad y desesperación.

¿Qué sabemos sobre el Covid19? Mucho¿Qué sabemos de la lepra? Muy poco. La lepra puede comenzar con la pérdida de sensación en alguna parte del cuerpo; los nervios son afectados; los músculos se atrofian; los tendones se contraen al punto que las manos parecen garras. Después vienen ulceraciones de las manos y pies. Luego comienza la pérdida progresiva de los dedos de pies y manos, hasta que al final la mano o el pie completo se cae. La duración de ese tipo de lepra es algo así como veinte a treinta años. Es un tipo de muerte progresiva terrible en la cual un hombre muere por centímetros.

¿Cuál era el tratamiento? La distancia. De acuerdo con la ley judía y sus costumbres, uno debía estar dos metros lejos de un leproso. Y si el viento estaba soplando proveniente de donde estaba el leproso, debían estar a 45 metros)de distancia. Según la Ley la única cosa más contaminante que el contacto con un leproso era el contacto con un cadáver.

Sin embargo, el texto nos proclama que el leproso vino a Jesús por sí mismo y a pesar de muchos desánimos. ¿Por qué este hombre se acerca a Jesús? Me he estado preguntando. Él sabía cuan terrible era su problema. Él sabía que otra gente renunció a él por tener una condición sin esperanza. Él no tenía a nadie que lo quisiera o pudiera llevarlo a Jesús. Él no tenía un ejemplo previo de Jesús sanando a un leproso para darle esperanza. Él no tenía la certeza de que Jesús lo sanaría. Él no había sido invitado por Jesús o sus discípulos. Sencillamente es un hombre solo en la multitud.

Pero el leproso hizo algo peculiar. Se postro. Y la palabra que se utiliza es no es otra que la que se usa sino para la adoración de los dioses; siempre describe los sentimientos y acciones de un hombres en la presencia de lo divino. Y sus palabras fueron cortas: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Mi sospecha es que este hombre buscaba más que sanidad.

Lo que ocurre después es vox populi. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Esta es la primera sanidad individual que recopila el evangelio de Mateo.

Querida iglesia:

Aquí y ahora tengo dos sospechas. Sospechas que me inspira el texto y que quiero compartir con Uds.

La primera tiene que ver con la creencia de que todos necesitamos sentirnos limpios. Por dentro y por fuera. Limpios de lo que la familia y los amigos ven que nos hace daño y de las cosas que nadie ve, pero que nosotros sabemos porque nos duelen, porque nos inmovilizan, porque nos ensucian, porque nos enferman, porque nos hacen vivir en un duelo constante. De tales cosas queremos que Jesús nos limpie ahora. ¡Señor Jesús límpiame!

La segunda certeza es que nuestro mundo no está escrito en piedra. Que todo cambia. Que nosotros ya no somos los mismos que hace veinte años. Y que los cambios que propicia el Sr. Dios son para nuestro bien aunque nos cueste reconocerlo en este día. ¡Señor Jesús, cámbiame!

Querida iglesia: Ahora vienen los días de la gracia.

Augusto G. Milián

 

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