La curiosidad


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad.

La curiosidad mató al gato, suelen decir las personas temerosas como si fuera una advertencia. Pero la vida me ha mostrado que hay días que hay que despojarse del miedo y subir a un árbol.

La curiosidad es un término que nos hace salir al camino, que nos hace mudarnos de un lugar a otro. De ella se dicen dos definiciones. Primero que es el interés de saber o averiguar una cosa. Y en segundo lugar se expresa como un deseo que invade a una persona de conocer o averiguar un asunto ajeno que no le concierne o no es de su incumbencia. La primera explicación consideremos que es benigna. De la segunda no guardamos buen criterio. Pero la curiosidad muchas veces nos enfrenta a nuestra propia soledad. A nuestra desnudez. A nuestros anhelos. A nuestra necesidad de ser queridos.

Jesús nos busca y nos llama por nuestros nombres. Nos llama a ti y a mí, a pesar de nuestras excusas y nuestras ocupaciones. Y nosotros tenemos muchas maneras de responder a este llamamiento. Muchas. Pero hay dos muy generalizadas. Podemos decir aquí estoy o podemos hacernos los sordos. Lo primero demandará un corazón de carne. Lo segundo un corazón de piedra.

Pero responder a Jesús sin tapujos nos coloca en una especie de escaparate. Delante de todos. Sólo cuando dejamos que Jesús entre en nuestra casa es que perdemos toda invisibilidad e indiferencia para los que viven a nuestro alrededor. Y entonces llegan los juicios y las aseveraciones de los que nos conocen un poco. Y de los que no nos conocen de nada. Asi son los hombres y las mujeres, cuando tomamos partido por Jesús, se encargaran de sacar al sol todas nuestras debilidades, todos nuestros errores, todas nuestras maldades. Y aunque puedan ser doloroso estos comentarios, cuando pasen los días será el mejor bálsamo que utilizará el Sr. Dios para curar nuestras pérdidas. Para sacarnos de nuestro aislamiento. Para lavar nuestras culpas.

Con los años los discípulos hemos aprendido que no somos lo que los demás dicen de nosotros. No, en realidad nosotros somos lo que Jesús ha dicho que somos. Y les recuerdo en este día que comienza que somos la luz del mundo. Si, tú y yo somos la luz para la familia. La luz para los amigos. La luz para la comunidad donde compartimos la fe. ¡Asi que subid al árbol! Y deja que tu luz se vea.

Lectura del evangelio de Lucas 19, 5-7

Al llegar Jesús a aquel lugar, miró hacia arriba, vio a Zaqueo y le dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque es preciso que hoy me hospede en tu casa.  Zaqueo bajó a toda prisa, y lleno de alegría recibió en su casa a Jesús. Al ver esto, todos se pusieron a murmurar diciendo: Este se aloja en casa de un hombre de mala reputación

¿Quién escuchará hoy nuestras oraciones?

Padre. Las cargas por las duras palabras expresadas en el ayer y el peso de las acciones del pasado me son difíciles de llevar. Vengo a ti para pedir misericordia hoy. No demandaré otra cosa. Jesús, confieso que hay días que le doy mucho valor a lo que los demás dicen sobre mi y eso hace que mis días sean buenos o malos en dependencia de las opiniones que dicen de mí. Espíritu Santo, pon en mí  arrepentimiento por mi falta de confianza en los cambios que Tú estas propiciando y fuerza necesaria para no dejarme abrazar por la desesperanza. A Jesús nosotros hemos escuchado. Amén.

Augusto G. Milián 

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