Una idea adecuada


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad.

Las hojas que cubren la casa donde vivo se han tornado rojas. Y yo abrazo dos certezas. La primera me dice que los días son más cortos y las noches son más largas. La segunda proclama que la violencia no es la que nos hace dormir con paz, sino que es la mansedumbre. La primera puede ser palpable, medible, experimentada. La segunda es cuestionada, debatible dada las noticias que nos llegan con las noticias de la televisión. Pero nosotros no hemos sido llamados para repetir las viejas noticias.

Sobre la mansedumbre, quiero decir antes de todo, lo que no es. La mansedumbre no es algo natural. Tampoco es algo externo. No se encuentra debajo de las piedras como si fuera un insecto. Sino que es un regalo, o don interior, que otorga el Sr. Dios. Algo que viene de lo alto y que cae como la lluvia sobre nosotros. Tampoco es una cosa que podemos comprar en el supermercado, sino que se manifiesta, sin previo aviso, en aquellos discípulos que han aceptado hacer algunas reformas en su mente y en su corazón inspirados por el Espíritu Santo.

Señores y señoras, por si alguien tiene alguna duda, la mansedumbre no es debilidad, como algunos se atreven a categorizar. Tampoco es indolencia, o apatía. La mansedumbre, he de aclarar aquí y ahora, que no se trata de tener que hacer lo que otros dicen que hagamos si queremos conservar las buenas relaciones.

¿Y entonces que es la mansedumbre? Albergo la creencia que ser manso, no es otra cosa que tener una idea adecuada de sí mismo. Es pensar, sobre ti y sobre mí, con cordura. Con mucha cordura. Es reconocer quiénes somos y cómo somos, sin temor. Jesús aspiraba que sus discípulos fueran pobre en espíritu, que lloraran por sus injusticias y por la de los demás. Pero a nosotros sólo hemos aprendido a llorar por nosotros mismos cuando tocan las campanas.

Jesús espera que sus discípulos no se dejen domesticar por la cultura que impera y que seamos capaces de propiciar los cambios de adentro hacia afuera. Pero a nosotros, en realidad, los cambios nos dan miedo. Nos quitan el sueño. Nos ponen a la defensiva. Y es que somos orgullosos. Y optamos por las imposiciones. Y es que en realidad preferimos ganar una discusión que ser compasivos. Por eso ser manso no está en nuestra lista de deseos para el nuevo año de muchos hombres y mujeres.

Pero en esta tierra que habitamos, tú y yo, todo cambia. Todo. Las hojas que antes fueron verdes ahora son rojas. Asi que tengamos esperanza.

Lectura del evangelio de Mateo 5,5

Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad.

¿Quién escuchará hoy nuestras oraciones?

Padre: Nosotros solos no podemos. Así que ayúdanos a prestar atención a las formas en que nos  llamas por nuestros nombres. Muéstranos cómo vivir de una manera digna. Enséñanos a no hacer acciones amparados en el egoísmo, sino más bien, muéstranos el camino para considerar a los demás como hermanos. Que el impulso a corregir los errores ajenos sea mitigado por el la claridad de ver los nuestros primero. Y que nuestras lenguas puedan pronunciar palabras de gentileza y de respeto. Necesitamos al Espíritu Santo. Porque a Jesús hemos nosotros hemos creído. Amén.

Augusto G. Milián

 



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