Adviento: velar y ser fieles.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Mateo 24: 42-51

 

Estamos en el tiempo litúrgico llamado Adviento. El Adviento es el periodo de espera de la llegada de Jesús para vivirlo con emoción e ilusión. Es preludio de la Navidad. Adventus, en Latín, significa ”Venida”. Para nosotros los cristianos representa la llegada de Jesucristo.

 Para iniciar debemos recordar que el adviento tiene dos dimensiones:

 1.       El nacimiento de Jesús en Belén es la dimensión histórica (celebración)

2.       La segunda venida de Cristo es la dimensión escatológica (de espera, futuro)

A luz de todo el contexto de la Biblia el adviento nos impulsa a una doble celebración: Por un lado nos preparamos para celebrar la navidad y por otro lado nos preparamos para la Segunda Venida de Cristo. Esto significa que el adviento abarca estos dos aspectos. Y no se contradicen, se complementan. Si observamos cuando participamos de la celebración de la eucaristía decimos que con ello anunciamos la muerte del Señor hasta que venga. Una segunda venida futura sin tiempo específico. La esperanza de Israel es también la esperanza de la iglesia.

  El autor del Evangelio de Mateo era judeocristiano (judío convertido) y sus destinatarios también eran judeocristianos, por tanto, eran conocedores de las profecías de los antiguos profetas, por ser judíos. Y sabían de la segunda venida de Cristo, por ser conversos y creer en el que había muerto y resucitado. 

La mayoría de los eruditos creen que el Evangelio según San Mateo se compuso entre los años 80 y 90 d. C., con un rango de posibilidades entre los años 70 y 110 d. C.

 

Mateo da comienzo a su Evangelio, lo mismo que Lucas, con la historia de la infancia de Jesús. Luego describe la preparación para la actividad pública de Jesús. En el desarrollo de su libro, Mateo describe la actividad de Jesús en Galilea, su viaje camino a Jerusalén, y finalmente los últimos días de Jesús en Jerusalén.

 

Esta última parte se divide en dos secciones:

a)        Última actuación pública de Jesús (Cap. 21-25)

b)        Pasión, muerte y resurrección de Jesús (Cap. 26,27 y 28)


A la altura del capítulo 24 del libro de Mateo Jesús ya había entrado a Jerusalén. Ya había expulsado a los mercaderes del templo. Ya había comparado el banquete que un rey había preparado para la boda de su hijo con el reino de los cielos. Esto último, usual en el AT (Is 25,6) Y en el capítulo 23 Jesús ya había hecho el discurso contra la hipocresía que Escribas y Fariseos tenían ante un pueblo sufrido bajo el dominio del imperio de la época.

 

Luego, en los capítulos 24 y 25 de Mateo, viene el discurso sobre los postreros tiempos. O el discurso de las cosas finales (discurso escatológico) Aquí encontramos el texto que nos concierne ahora: Mateo 24: 42-51, el cual es una Exhortación a velar y a ser fieles.

 

En tiempos de Jesús el Adviento estaba entretejido por el contexto de sufrimiento y desilusión de un pueblo oprimido, un pueblo que veía cómo su identidad y cultura eran pisoteadas por el imperio dominante de turno. A la luz de este paisaje desolador, los profetas proliferaron en este tiempo para levantar la voz y anunciar la irrupción de un Mesías que cambiaría todo. Y para cuando se escribe el Evangelio de Mateo el templo de Jerusalén ya había sido destruido y la nación judía dispersada. Incluyendo los judeocristianos. No obstante, hay esperanza. Esta esperanza comienza a sembrar un horizonte de consolación, y aquél clima de desolación se ve con los ojos de la fe.

 

En el tiempo presente, año 2022, la humanidad vive una época de guerras en muchos sitios del planeta, pérdida de empleo en países desarrollados, mayor desigualdad en países pobres. En todo el mundo existen jóvenes sin esperanza, con problemas de comunicación familiar y social, sumergidos en un mundo virtual, con problemas mentales, e incluso, llegando al suicidio. Personas mayores abandonadas a su suerte. Si echamos un vistazo a lo que pasa en el planeta, el panorama podría resultarnos desolador. También es cierto que hay muchísimas personas que ni se inmutan con lo que ocurre. Tal vez por no estar conscientes. Tal vez por una negación de la realidad misma. Tal vez porque viven en una burbuja con la sensación de ser invulnerables. A pesar de ello, la iglesia debe asumir su responsabilidad de anunciar el Evangelio, denunciar las injusticias y obrar a favor de los necesitados. No deberíamos estar sumergidos en una burbuja de religiosidad y misticismo pop. Misticismo escapista. Misticismo que evade responsabilidades.

 

Al desplegarse el Adviento, el Evangelio nos enfoca hacia actitudes necesarias que deberíamos cultivar a algunas de las cuales nos dirige el texto que nos ocupa en este momento (Mateo 24, 42-51):

 

1)        Alimentar la esperanza

Esperanza necesaria en tiempos de crisis y desolación. Tiempos que podrían hacer creer que todo está perdido, que ya no vale la pena luchar por nada. Sin embargo, si participamos del Espíritu de Jesús deberíamos comprometernos con las causas justas que son las que nos convierten en un agente eficiente de cambio, capaz de revelar nuestros más radicales vínculos de cooperación compasiva.


En Cristo no solo tenemos esperanza para esta vida, sino que, gracias a su muerte y resurrección, tenemos la esperanza de la vida eterna.

 

2)        Velar

Hacer de centinela o guarda. Es custodiar, cuidar con esmero algo. Ejemplo: padres y madres velan por la educación de sus hijos. Velar significa, básicamente: vigilar, mantenerse despierto, ser prudente, estar atento, estar listo y ser cauteloso. En los evangelios sinópticos la exhortación a la vigilancia es la principal recomendación que dirige Jesús a sus discípulos como conclusión del sermón sobre las postrimerías y el advenimiento del Hijo del hombre. La vigilancia, que es espera perseverante del retorno de Jesús, debe ejercerse a todo lo largo de la vida cristiana para ello tenemos: un mensaje, El Evangelio. Una práctica, la misericordia. Una celebración, el nacimiento de Jesús. Un compromiso, la espera activa.

Esperar en el Dios que ya está entre nosotros, es una actitud fundamental para que los anhelos por un futuro liberador, y más digno, se cultiven y nuestro mensaje apostólico cobre vida en una práctica misericordiosa, traducida en realidades concretas y materiales, proponiendo modelos alternativos para la construcción de estructuras sociales más afines al reino de Dios. Cultivar misericordia nos permitirá ver que es posible hacer un mundo diferente, más acogedor y compasivo. Para ello es necesario:

  

3)         Ser fiel. Y esto se logra:

 Teniendo los ojos abiertos y dejándonos afectar por el Dios que anuncia la Buena Nueva, reconociendo y discerniendo así el modo como el código con el que ese Dios personal nos habla, inspira e irrumpe en nuestra propia y concretísima historia de la salvación. Es decir: es una invitación a ser capaces de leer los signos de los tiempos y actuar acorde a la voluntad divina, ejerciendo nuestra vocación de servicio, siendo agentes efectivos de transformación.

 

El Adviento es un tiempo de renovar nuestra relación con Dios en un mundo frecuentemente lleno de ansiedad, que enfría, hace secundaria o no da importancia a tal relación. Es una época – la nuestra, la postmodernidad- en la que la frivolidad de las celebraciones, la demagogia de los discursos y los pobres y redundantes sermones en las iglesias cristianas de todo el mundo, en muchos casos mas no en todos, no propician ni la reflexión ni el estudio ni la aplicación del significado del adviento para nuestras vidas.

 

No es intención de Jesús que miremos con ansiedad y por adelantado lo que pasará en el futuro ni que cerremos los ojos a la vigilancia requerida de parte nuestra.

 

Cambiemos la posible ansiedad, teniendo esperanza, siendo vigilantes y siendo fieles activos.

Respondamos de manera honesta las siguientes preguntas: 

 ¿Qué conversión de mente, corazón y vida me pide a el Señor?¿Qué eventos y situaciones en el mundo producen en mi corazón miedo y preocupación? ¿Cómo puedo despertar mi corazón para dirigirlo al amor a Dios y al prójimo?

 

En esta oportunidad quisiera proponer cuatro propósitos que podemos incorporar en nuestras tradiciones de fin de año y especialmente en el Adviento.

 

El primer propósito de Adviento para acércanos al Señor es el perdón. Veamos en nuestro corazón cuántas heridas tenemos, cuántos rencores guardamos, cuántas personas nos han fallado, y a cuántas personas hemos fallado.

 

Para volver a Dios, tenemos que regresar a nuestros hermanos por medio del perdón. Todos quizás hemos experimentado y visto a miembros de familias que no se hablan por causa de una discusión o un desacuerdo. Amigos que dejan de hablarse por malentendidos o fallas que pueden remediarse. En fin, podemos encontrar muchas razones para guardar rencores, pero la venida del Señor viene con amor, paz y reconciliación es razón suficiente para practicar el perdón. Que el propósito de perdonar nos ayude a ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

 

El segundo propósito que propongo para este Adviento es el encuentro. Estamos llamados a ser una Iglesia que sale, que busca a los ignorados, olvidados y rechazados en nuestra sociedad.

 

Podemos recibir al Señor ayudando a familias con dificultades económicas, llevando alegría a los ancianos que nadie visita, acompañando y dando consuelo a enfermos en hospitales. También encontramos al Señor en los niños que viven en albergues y no tienen familia. Visitando a un amigo que esta sólo o invitarle a nuestra casa a compartir una cena. Son pequeños detalles que un encuentro puede llevarnos a ver al Señor.

 El tercer propósito que es el servicio. En el Adviento esperamos al Señor que viene a servir, por lo tanto, como discípulos estamos a llamados a imitarle.

 El servicio puede comenzar en casa ayudando con los quehaceres del hogar. Las familias podemos llevar ese espíritu de servicio a nuestros lugares de trabajo o escuelas. Como cristianos estamos llamados a compartir nuestros dones con los demás. Las parroquias siempre necesitan voluntarios o nuevos colaboradores en la liturgia, ministerios o apostolados que necesitan servidores.

«No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás.» (Leon Tolstoi)

El servicio desinteresado a la humanidad es el secreto para vivir una vida plena, auténtica, objetiva, el servicio desinteresado es contrario al egoísmo. No esperemos que los demás obren igual que nosotros, recordemos que ninguno de nosotros ni nadie es perfecto, por tanto, seamos tolerantes, comprensivos, caritativos y bondadosos. Aprendamos a ser mansos y humildes de corazón. ¿Y los clérigos, pastores y líderes laicos? Pues ustedes no sean obstáculos para quienes desean servir. Ustedes sean verdaderos pastores, verdaderos líderes, verdaderos servidores. Menguar para que otros crezcan debe ser un principio básico del servicio. No complejos, no envidias, no celos.

 

Orar y meditar 

El cuarto propósito para este tiempo de Adviento es la oración. Tomemos el tiempo para meditar con las Sagradas Escrituras. Orar y meditar ayudan a las personas a crear una conexión con lo divino, así como a buscar la paz interior. Estas prácticas también pueden traer beneficios físicos y mentales. Por estas razones, y más, la oración y la meditación pueden ser prácticas efectivas de renovación interna. Meditar entonces, es pensar profundamente acerca de lo que Dios nos ha dicho en la Escritura y prepara nuestras mentes y corazones para la oración.

La oración profunda, la escucha, el silencio y la soledad fueron componentes fundamentales de la meditación de Jesús. Si Jesús, con el ejemplo, nos enseñó eso, encontrar tiempo para la contemplación espiritual puede ser útil para todos nosotros. Meditamos para estar más cercanos a Dios, para perdernos y encontrarnos en Él, para abandonar nuestros deseos y vivir en su amor. Cuando la meditación hace parte de nuestras vidas nos proporciona beneficios físicos y psicológicos; dormimos mejor, nuestra tensión arterial se regula.

Pedid y recibiréis. En las Escrituras se nos enseña que Dios siempre escuchará nuestras oraciones y las contestará si nos dirigimos a Él con fe y verdadera intención. Sentiremos en nuestro corazón la confirmación de que Él sí nos escucha, un sentimiento de paz y sosiego.

 

  El adviento es tiempo de esperanza y arrepentimiento. Velar y ser fieles

 El adviento es tiempo de recordar que debemos tener una vida en sintonía con Dios y, como hemos analizado, con su Evangelio.

                 El adviento es tiempo de reflexionar y ser mejores personas en palabras y obras.

Ruben Fonseca Estrada

 

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