Buscamos lo que no vemos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad.

Adviento es un tiempo para mirar de cerca las promesas que hemos hecho. Pero también para releer las promesas que alguien nos hizo una vez. Si, Adviento es la mejor estación para encender luces y ponerlas donde todos las vean.

Nosotros pretendemos que la tristeza no toque a las puertas de nuestra casa, pero la tristeza siempre llega sin pedir permiso. Siempre. Nosotros anhelamos pasar estos próximos días con salud, pero en esta mañana algunos de nosotros podremos confesar que nos sentimos enfermos. Nosotros creemos que lo sabemos todo, pero en realidad sabemos muy poco. Muy poco. Nosotros esperamos un milagro, pero a veces los milagros llegan y no los vemos.

En el mundo antiguo las enfermedades de la piel causaban rechazo. En la nuestra también. La lepra era una enfermedad terrible, destructiva y aún lo es en algunas partes del mundo. La lepra no ofrecía esperanza, así que el que la padece está condenado a la marginidad y a la soledad. Pero no solo la sufre la persona sino también su familia. Sus amigos.

¿Cuál era el tratamiento entonces? Uno solo: la distancia. De acuerdo con la ley judía y sus costumbres, uno debía estar a dos metros lejos de un leproso. Y si el viento estaba soplando proveniente de donde estaba el leproso, debían estar a cuarenta y cinco metros de distancia. Según los preceptos de la ley la única cosa más contaminante que el contacto con un leproso era el contacto con un cadáver.

Jesús sabe las normas. Conoce las prescripciones. Pero El es el Señor del sábado y de la gracia. Y no mira hacia el otro lado cuando alguien pide compasión. Jesús se creyó hasta las últimas consecuencias eso de amar al Sr. Dios y al prójimo como así mismo. Jesús es el Señor de la compasión aunque los discípulos tengamos un abanico de ideas y opiniones sobre como tratar a los que son diferentes a nosotros. Jesús sabe de primera mano que nuestras faltas son muchas, pero su gracia es mayor.

Ahora albergo tres sospechas en este día que comienza. La primera sospecha me dice que necesitamos sentirnos limpios por dentro y por fuera. Limpios de lo que nos culpabiliza, de lo que nos estanca, de lo que nos oscurece. La segunda sospecha me habla de que todo cambia. Ya no somos las mismas personas que hace cinco años atrás. Nuestro corazón y nuestra mente no pueden seguir siendo de piedras. Y la tercera sospecha nos grita a los cuatro vientos que hay que cambiar nuestra manera de pensar si queremos que cambie nuestra manera de vivir. Y para estas tres cosas necesitaremos la ayuda del Espíritu Santo.

Los discípulos de Jesús buscamos lo que no vemos, porque lo que vemos ya lo poseemos. Tú que me escuchas: ¡Enciende una luz y déjala brillar! Es tiempo de Adviento.

Lectura del evangelio de Mateo 8, 1-3

Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.

¿Quién escuchará hoy nuestra oración?      

A ti, Padre, levantamos nuestros ojos a Ti que habitas en el cielo y entre la familia y los amigos. A ti levantamos nuestra mirada porque es de Ti de donde viene nuestra esperanza que no defrauda. De ti esperamos la misericordia, porque ya no demandas sacrificios. Espíritu de Dios limpia nuestros corazones para que toda palabra que pronuncien nuestros labios hoy sean palabras de bendición. Jesús, hay días que estamos cansados. Muy cansados, pero Tú puedes levantarnos hoy. Amén.

Augusto G. Milián

 

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