El hedonismo habita entre nosotros


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I. Lectura de Santiago 4, 1-12

II. Un viaje a lo profundo.

a.     Vv. 1-3. El capítulo 4 regresa a donde no llega el sol en los hombres y las mujeres. A donde se originan las divisiones y donde se manifiesta la fragilidad. El capítulo 4 tocará la cuestión de la codicia. ¿Qué significa codiciar? Su significado más sencillo habla del deseo vehemente de poseer muchas cosas, especialmente riquezas o bienes. Estos tres primeros versículos son, podamos vernos o no, una señalización directa al hedonismo como génesis de la violencia y de la muerte.

b.    Santiago sabe de lo que habla. El hedonismo es la doctrina filosófica de su época, según la cual hay que ir en búsqueda del placer y evitar a toda costa el dolor. No sé si en la nuestra pasa algo parecido. Para Santiago, en el origen de la mayoría de los conflictos y de las luchas, incluso dentro de la comunidad cristiana, está la búsqueda del placer. Y nos ofrece la imagen de cómo los placeres usan al cuerpo humano como un campo de batalla.

c.     Quizás alguien se pregunte por qué Santiago expone este criterio. Sospecho que la experiencia vivida nos confirme que la búsqueda del placer es el aliciente frente a la frustración cotidiana. Y esta es una actitud aprendida. Aprendida desde la infancia. La mejor forma de mitigar un dolor o pérdida es experimentando el placer, incluso a costa de los demás.

d.    El hedonismo nos musita al oído que podemos poseer lo que en realidad nunca será nuestro. Que podemos desear siempre. Aunque siempre deseemos más.

III. La amistad con la inmediatez.

a.     v. 4a. Según Santiago dejarse domesticar por la cultura imperante, el llama ser amigo del mundo, es entablar una especie de pacto con la inmediatez. Es interesante como las Escrituras nos ofrecen en ciertas ocasiones definiciones muy oportunas de idolatría. Santiago, recurrirá a una de ellas, para poner el dedo sobre la llaga. Idolatría aquí y ahora es esa fascinación por lo que vemos y que nos paraliza. Es el impulso a fijar nuestra mirada y no ir más allá de allá.

b.    Sin embargo en v.4b, se nos ofrece la otra cara de la moneda. Ser amigo de Dios, implica abrirse a lo diferente, a lo otro, a lo que desconocemos, a lo que no se obtiene de manera rápida, a lo que no precisa ser poseído. Asi que hacerse amigo del mundo es no poder ver bien. No poder mirar lo que hay más allá del velo que nos cubre.

 

IV. Un Sr. Dios celoso.

 a.     v. 5. En realidad no nos gustan que nos digan que somos celosos. Se ha convertido en una palabra peligrosa. Pero en las Escrituras esta idea sobre Dios subsiste. El Sr. Dios es celoso, en medida que experimenta un cuidado celoso por sus hijos e hijas pies ha puesto en ellas su aliento de vida. Parte de si. La teología ha llamado a esto el Espíritu Santo. Y se subleva cuando sus hijos lo reducen a una simple categoría de necesidad o de placer.

b.    Nuestra necesidad de Dios no ha de configurarse como el deseo por un objeto sino como un anhelo por ir más allá de lo que vemos y tenemos entre las manos. Por tanto de lo que tratamos con la fe es no adulterar o traicionar este deseo si somos guiados por el Espíritu Santo para vivir la vida en todo su significado y no contentarnos con la realidad que está a nuestro alcance.

V. ¿Hay alguna amenaza que nos acecha?

a. v. 6-10. ¿Es Santiago capaz de escribir una amenaza para sus lectores? Por supuesto. Hace mención al juicio. Algo que en su época se esperaba. Pero para sorpresa nuestra el juicio se convierte en gracia. ¿Quién nos lo iba a decir que este anciano cascarrabias acabaría hablando de la gracia? Releer v. 6. Se trata entonces de volver llegar a ser lo que el Sr. Dios hizo en nosotros antes que nuestros padres y familiares nos llamaran por nuestros nombres, desde el origen, hombres y mujeres engendrados por la Palabra. Los reformados creemos que la Palabra no habla tanto como un de libro como de una persona: Jesús. Jesús es la Palabra de Dios.

b. Se trata pues de que no olvidemos lo que somos. Nuestra identidad como hijos e hijas del Sr. Dios. Con deseos por vivir y no necesariamente individuos movidos de aquí para allá y de allá para acá por los deseos y en la búsqueda constante del placer.

VII. La función de la Ley.

a.     Vv- 11-12. El autor de la carta retoma la cuestión de la Ley, que había comenzado en el capítulo 2. Si anteriormente se nos dijo que el juicio será sin misericordia para los que no han tenido misericordia, ahora redondeará la idea: la misericordia triunfa sobre el juicio. Y aquí lo explicará con un comentario. Parece ser que para Santiago lo importante ha de ser explicado y entendido.

b.    Santiago espera que los lectores de la carta, cristianos ellos, puedan apropiarse de esta idea: los creyentes no han de erigirse en jueces ni legisladores porque entonces no solo estarán juzgando a los hermanos sino a la propia Ley. Pues con su actitud en realidad lo que intentan es adueñarse de ella.

c.     La propuesta de Santiago es una. La Ley ha de ponerse en práctica, pero esta puesta en práctica  excluye al juicio que los creyentes emiten de unos sobre los otros. El juicio solo pertenece al Sr. Dios. Quizás hay un trasfondo en el Antiguo testamente que debemos rescatar ahora. Y es el anhelo de que el Sr. Dios reiné sobre Israel. Sólo él. Y nadie más. Y esta acción de reinar implica emitir juicio como Rey y Juez. Pero solo él. Ver Salmo 99.

d.    Entonces hacer uso de la Ley para los lectores cristianos no es otra cosa que hacer uso de la misericordia y no autoproclamarse como juez de los demás.

 VIII. Opiniones, ideas, dudas, etc.

 

 

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