No des albergue a la desesperanza


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Hay que encender una luz en la oscuridad.

Son días en que la niebla lo esconde todo antes que salga el sol.

Los discípulos nos olvidamos que un día fuimos niños. Y que fue en nuestra infancia que aprendimos a elegir. ¿Qué es lo más bello? ¿Qué es lo más grande? ¿Qué es lo más pequeño? ¿Qué es lo tuyo? ¿Qué es lo mío? Pero un día descubrimos, sin previo aviso, que no hay que tomar partido en tales lides. Que no hay que conformarse con una sola estrella, porque hay millones en el cielo. Así que a tí te digo: ¡no te conformes!

A los discípulos no les cabe en la cabeza que lo bello está en que las montañas sean grandes y las libélulas pequeñas. Que lo admirable es que las catedrales sean enormes y las cerezas menudas. Que lo trascendente es que tanto las cosas grandes como las pequeñas, cada una a su manera, se hagan visibles ante nuestros ojos. Así que los discípulos debemos dejar que las cosas grandes sean grandes y las pequeñas sean pequeñas, sin querer trastocar las relaciones que existen entre ellas. Este orden sin vencedores ni vencidos se llama la vida. Y es un regalo. Para tí y para mí.

Los discípulos gastamos muchas energías y  muchos días buscando una señal de que el Sr. Dios está cerca de nosotros. De que nos cuida. De que nos ha perdonado. De que nos quiere siempre. Pero la mayor parte del tiempo no la encontramos. O no la vemos. Porque buscamos con los ojos abiertos. Y es que la señal que se nos ha prometido no es poderosa ni gigantesca, sino que es pequeña y frágil, pero llena de esperanza: una madre que esconde un niño dentro de ella. Un niño que traerá luz donde ahora hay oscuridad.

Los discípulos caminamos llenos de temores e incertidumbres y nos vemos tentados, a veces de manera cotidiana, a escondernos entre lo que pretendemos ser o lo que poseemos entre las manos. Creyendo que las posesiones y las apariencias nos salvarán. Pero estamos errados en muchas cosas. Sólo un mesías nos puede salvar. Pero no cualquier mesías. Necesitamos  un Mesías que se llame Emmanuel. Y por si alguno no lo sabe aún, Emmanuel significa que el Sr. Dios está con nosotros. Está contigo y con conmigo.

Son días en que la niebla lo esconde todo antes que salga el sol. Pero no des albergue a la desesperanza. Porque pronto saldrá el sol por el este. Así que bienvenidos a la luz.

Lectura del libro de Isaías 7, 10-14

El Señor volvió a hablar a Ajaz en estos términos: Pide una señal al Señor tu Dios, bien en lo profundo del abismo bien en lo alto del cielo. Pero Ajaz respondió: No pienso pedirla, para no tentar al Señor.   Contestó entonces Isaías: Escucha, heredero de David, ¿os parece poco cansar a simples humanos que tratáis también de cansar a mi Dios? Pues bien, será el propio Señor quien os dará una señal: Vedla, la joven está embarazada y va a dar a luz un hijo, al que llamará Emmanuel.

¿Quién escuchará hoy nuestra oración?      

Padre: Una sola es mi palabra ante la fiesta de la Natividad: Gracias.  Una sola es mi palabra en esta mañana: Gracias. Gracias por estar con nosotros. Gracias por dignificar nuestras vidas con la gracia y no con los sacrificios. Espíritu de Dios ayúdanos a no ser  desmemoriados y que toda palabra que pronuncien nuestros labios hablen más de la luz que de la oscuridad. Jesús, nosotros, a ti esperamos. Amén ///

Augusto G. Milián

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