Nosotros buscamos lo que está lejos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay días con sol. Hay días con muchas nubes. Hay días de alegría. Hay días de tristeza. ¿Por qué tiene que ser así?

Hoy hemos encendido la cuarta vela de Adviento. Para algunas tradiciones se relaciona con el mensaje de la Palabra que trae paz. Y quiero compartir con Uds. algunas ideas sobre que nos ayuden a entender la vida que vivimos aquí y ahora. Asi que permítanme que utilice la figura de Juan el Bautista como referencia.

Hemos escuchado la lectura del evangelio de Juan, en el capítulo 1, los versículos del 6 al 13. Pero quiero que también escuche lo que cuenta Marcos 1, 2-8

Así está escrito en el libro del profeta Isaías:  Mira, yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.Se oye una voz: alguien clama en el desierto:
“¡Preparad el camino del Señor; abrid sendas rectas para él!”. Juan el Bautista se presentó en el desierto proclamando que la gente se bautizara como señal de conversión para recibir el perdón de los pecados. La región entera de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en las aguas del Jordán. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y lo que proclamaba era esto: Después de mí viene uno que es más poderoso que yo. Yo ni siquiera soy digno de agacharme para desatar las correas de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Antes de la celebración de la Natividad nos es necesario hablar del hombre que nos introduce a  Jesús en la historia de la salvación. Y Marcos nos habla de Juan el Bautista al comienzo de su evangelio sin muchos adornos. No sé si se han dado cuenta que Marcos no nos dice el origen de este Juan, sino que nos lo pone en escena ya en el desierto y predicando. Pero no se extrañen, el evangelio de Marcos es así breve y rápido.

Algunos cristianos mantienen la idea de que Juan sólo es famoso porque bautizaba a la gente, pero no, Juan predicaba. ¿Y qué predicaba? Pues la necesidad de arrepentirse y bautizarse para poder obtener el perdón. Y esto parece que llamó la atención de la gente de su tiempo. Sobre todo a las autoridades judías y a la casta religiosa de Jerusalén. Porque lo que decía Juan era nuevo, no bastaba con lavarse las manos y los pies para hacer las oraciones. No, había que bautizarse. Incluso los descendientes de Abraham.

Pero Juan, llama la atención, a nosotros también, por su apariencia. Por su manera de vestir. Nos recuerda un poco a los profetas del AT. ¿Alguien recuerda cuál es el último libro del AT? Malaquías. Si, con él se cierra el canon del AT. Y es en ese libro donde podemos leer que antes el juicio de Dios vendría el profeta Elías a pedir arrepentimiento al pueblo. Lo pueden ver en Mal. 4, 5-6. Pero pasaron 50, 100, 150, 200, 250, 300, 350 y 400 años y no pasaba nada.

Israel espero durante 400 años y de pronto había un hombre en medio del desierto gritando para que los hombres y las mujeres se arrepintieran y se bautizaran. Y su nombre era Juan. No estaba en la capital, Jerusalén, no estaba en las sinagogas, sino en el desierto.

En las Escrituras el desierto es un lugar estratégico. Nosotros sabemos que el Sr. Dios llevó a los hebreos al desierto por cuarenta años, cuando los sacó de Egipto,  para ver lo que había en sus corazones. A nosotros no nos gusta el desierto. A los hebreos tampoco les gustaba. Es un lugar árido, caluroso en el día y frío en la noche, sin agua. Pero el desierto es también el lugar donde uno puede encontrarse con el Sr. Dios. Porque allí no hay nada que nos entretenga. No hay nada que nos distraiga.

Cuando seguimos leyendo nos enteramos que Juan tenía acceso a una dieta de insectos y de miel. Porque quizás allí no había mucho más. Juan dependía del Sr. Dios para subsistir. Y está allí siendo la voz de Dios. Hablando de alguien que tendría que venir. Y lo está haciendo en medio de la nada. Lejos de la ciudad. Lejos de la religiosidad. Lejos de los centros de poder. Lejos de los escribas y de los fariseos.

Las palabras de Juan causan estupor entre los habitantes de Judea y Jerusalén. Marcos nos dice que mucha gente de esto lugares se acercaban a donde él estaba, se arrepentían de sus pecados y se bautizaban en el río Jordán. Hoy diríamos que Juan tiene muchos seguidores. Y les aseguro que sacar a la gente de las ciudades y pueblos sin transporte no era una simple cuestión humana. Los cuatro cientos años de silencio habían servido de algo.

El Jordán no es un río muy grande. Es famoso, pero pequeño. Angosto. Con doscientos cincuenta kilómetros de largo que van desde el lago de Galilea hasta el Mar Muerto. Técnicamente no es un río. Es más bien el desagüe del lago de Galilea. Y es allí en las proximidades del Mar Muerto donde se formaban unas especies de piscinas naturales donde Juan comenzó a bautizar.

¿Qué nos quiere decir la Escritura con la figura de Juan? ¿De qué me sirve este personaje en mi vida diaria? ¿Qué puedo aprender de él? Quizás tengamos que ayudarnos de otros textos del NT para llegar a algunas conclusiones. Miremos Juan 1, 19.

Los sacerdotes y los levitas, la casta religiosa, querían saber quien era Juan. Pero no se van a molestar en salir de la ciudad y pasar calor en el desierto. Asi que envían un comité que pregunte: ¿Quién eres tú? Y Juan responde: Yo no soy el Salvador. No soy Elías. No soy el profeta. Yo soy una voz.

Estamos delante de un hombre sencillo. Un hombre que podía haber dicho: yo nací lleno del ES. Pero Juan sabe que estar lleno del ES no es motivo para sentirse mejor que nadie, sino que era algo que se debía mostrar en la vida. Juan podía haberse puesto en primera fila y decir soy hijo de Zacarías el sacerdote, descendiente de Aarón. Pero no. No lo hizo.

Querida iglesia:

Necesitamos de hombres y mujeres así en nuestro cristianismo. Hombres y mujeres dispuesto a esconder sus credencias, sus años en la iglesia como si fueran un mérito, sus opiniones de cómo deberían hacerse las cosas y vivir los frutos del Espíritu.

Necesitamos de hombres y mujeres así en nuestro cristianismo. Hombres y mujeres que no estén interesados en los puestos de poder y de control sobre los demás. Sino interesado en servir.

Necesitamos de hombres y mujeres así en nuestro cristianismo. Hombres y mujeres dispuestos a vivir una vida sin tanto bombo y platillo. Una vida sencilla. Una vida donde no estén golpeando a su familia o conocidos con versículos de la Biblia y comportándose ellos como lo haría Jesús.

¿Quieren un ejemplo de cómo sería una vida entregada al servicio del Sr. Dios y del prójimo? Pues aquí la tienen: Juan. Juan no comparte su vida entre lo que voy a hacer por Dios y lo que voy a hacer por mí. Ese modelo es el nuestro. Nosotros partimos nuestra vida en dos. Primero determinamos lo que nos gusta, lo que deseamos, lo que queremos y después lo que queda de esa vida, generalmente una hora del domingo en la mañana, se la damos al Sr. Dios.

Pero nosotros no tenemos dos vidas en esta tierra de flores y serpientes. Tenemos una sola. Y la tendremos que vivir aquí y ahora. Y tenemos que decidir cómo la queremos vivir. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos y decir cuál son nuestras prioridades. Para no autoengañarnos ni engañar a nadie. Pero lo que determinemos, lo que escojamos, lo que hagan nuestras manos determinara nuestra eternidad.

Querida iglesia: 

Hay días de sol y hay días de muchas nubes. Hay días de alegría y días de tristeza. Nosotros buscamos lo que no vemos. Lo que está lejos. Pero Adviento se acaba y vienen los días Mesías. Los días del perdón y de la gracia. Amén. 

Augusto G. Milián

 

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