Algunas indicaciones antes de salir al desierto


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hoy debemos entender lo que hemos leído. Y pregunto:¿Alguien tiene hambre en esta mañana?

Las tentaciones al comienzo del ministerio de Jesús establecen un paralelo histórico con el peregrinaje del pueblo israelita en su viaje a la tierra prometida. La tradición judía en la que se formó Mateo enseñaba que el pueblo israelita dejó Egipto y viajó por el desierto durante cuarenta años, debiendo allí experimentar la total dependencia del Sr. Dios, antes de conquistar la tierra prometida; y que también Moisés se preparó en el desierto con cuarenta días en ayuno y oración para recibir la ley. 

Mateo, siguiendo esa tradición, nos presenta al nuevo Moisés, Jesús que antes de comenzar su misión se marcha al desierto por cuarenta días. Ahora podemos sospechar que el número cuarenta será sinónimo del tiempo de prueba o preparación para el pueblo o para los profetas. Para Mateo, Jesús, antes de comenzar su misión de crear al nuevo Israel, o sea, la comunidad de discípulo, debe ser probado en el mismo escenario en que lo fue Moisés, el fundador de Israel. Y pasando la prueba, Jesús demuestra que está listo para llevarnos a la tierra prometida, que ahora es el Reino de Dios.

Pero hay más cosas, tenemos que estar ciertos que el desierto también es la geografía del poder del mal y de la ausencia de protección, así como el lugar donde, en el día de la expiación, se soltaba y se abandonaba a un macho cabrío al que se le hacían llevar sobre sí todos los pecados  según nos indica Lv 16:21-22.

El tentador usa la expresión si eres Hijo de Dios, en dos ocasiones, porque este fue el título que Jesús recibió al salir de las aguas de su bautismo. Las dos primeras tentaciones se dirigen a probar la veracidad de ese título, desafiando a Jesús para que demostrará que lo que dijo el Sr. Dios de él era verdad.

Si seguimos leyendo la narración que propone Mateo, el tentador aparece realizando un gran despliegue de poder, en realidad no es él quien ha creado la oportunidad de tentar a Jesús, sino que esta oportunidad es más bien el resultado de una libre decisión de Jesús de someterse a una prueba. Por ello, Mateo declara en el v. 1 que Jesús es llevado al desierto por el Espíritu Santo. No es el tentador quien ha tendido una emboscada a Jesús o quien controla las circunstancias, sino que es más bien el Espíritu Santo quien lleva a Jesús a un período de preparación en el desierto que incluye una confrontación con el mal.

La relación entre el bautismo y las tentaciones es interesante para nosotros, puesto que nos confirma la sospecha de que el sentirse amado por el Padre  no libra a Jesús de la prueba, sino que más bien lo ayuda a identificarse y a atravesar la crisis seguro de su identidad como Hijo del Altísimo. En otras palabras, Jesús no necesita probar que es hijo amado porque sabe que lo es desde que escuchó la voz del Sr. Dios cuando sale del Jordán.

Las tentaciones describen tres realidades con las cuales Jesús debe confrontarse. ¿Y nosotros?

La primero tiene que ver con el hambre, veamos los vv. 3-4. Las piedras abundan en el desierto; el pan no. Jesús es desafiado a usar su poder para resolver su hambre. Todos hemos tenido hambre una vez. Sabemos que necesitamos del pan para vivir.  La primera tentación en realidad desafía a Jesús a usar su propia capacidad para resolver el hambre personal. El mal personificado lee pide de alguna manera que sea un independentista. Si, un independentista e la acción de Dios. Así como Israel clamó por pan en el desierto y recibió el maná, ahora Jesús es retado a hacer realidad su propio maná para así demostrar su poder.

En segundo lugar tenemos la fe manipuladora, quizás podemos  leer los vv. 5-7. El pináculo del Templo es el lugar alto desde donde toda la ciudad de Jerusalén es visible y Jesús mismo puede ser visto. Allí en la ciudad santa, la ciudad del gran rey David, Jesús es invitado a demostrar que el Sr. Dios está de su lado y que lo protegerá y librará de todo peligro. En realidad esta tentación desafía a Jesús a revelar si el Padre es como él cree. Si es un un protector y hará todo lo posible por hacerlo invulnerable a la muerte, por eso el v.6 dice: Si eres Hijo de Dios,  lánzate desde aquí. Es una tentación muy sutil, tendremos que reconocerlo. Es la invitación a proclamar y reclamar el derecho de ser protegido por la mano de Dios de todo mal siempre. Es una invitación a demostrar que Jesús no puede ni debe morir. Lo que en realidad se trata de que Jesús use su filiación para manipular al Sr. Dios, demandando la acción inmediata de Dios en cualquier momento de necesidad.

Y en tercer lugar nos tropezamos con la ambición de poder. Leamos los vv. 8-10. La escena se mueve ahora de la ciudad a una montaña. El tema ya no se relaciona con el poder milagroso que existe en Jesús, ni con el poder del Sr. Dios para librarlo de cualquier peligro, sino que se mueve hacia el deseo y la ambición de poder que habita en todo ser humano. ¿En la tuya y en la mía también? Dicen los vv. 8-9: Le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras. La tercera tentación habla de la invitación a Jesús a demostrar que es posible otra forma de escalar en la condición humana, una manera en la cual el poder es la meta suprema. En las dos primeras tentaciones se desafía a Jesús probar la filiación como Hijo de Dios; en esta tercera se desafía su humanidad.

Las dos primeras tentaciones implican un debate bíblico entre el tentador y Jesús; la tercera presenta al tentador trayendo una oferta concreta de poder político y a Jesús rechazando el poder y la riqueza del mundo con la Palabra de Dios. Según el v.10, Jesús dice: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás, palabras que son un eco del Shemá Israel, que es una de las principales plegarias del judaísmo.

Vuelvo a preguntar:¿Alguien tiene hambre ahora? ¿Alguien entre nosotros necesita del socorro del Sr. Dios de manera inmediata? ¿Alguien desea tener poder en la iglesia?    

Deberíamos aclarar que, aunque hayamos sido marcados en el bautismo como hijos e hijas de Dios, también atravesaremos el desierto de esta vida llenos de pruebas que constituirán un desafío para nuestra fe y nuestra idea sobre el Sr. Dios. El camino que nos lleva a la vida eterna es estrecho y difícil, pero de la misma manera en que Jesús fue servido por ángeles, el Sr. Dios pondrá en nuestro camino a hermanos y hermanas que nos proveerán del alimento físico y espiritual que necesitemos.

Queridos hermanos y hermanas, nunca salgan al desierto sin antes escuchar esa voz de Dios que nos dice: ¡Tú eres mi hijo amado. Tu eres mi hija amada!

Augusto G. Milián

 

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