Hay que abrir el botiquin


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Los discípulos de Jesús tienen días en que les llegan noticias tristes. Otros días nos llegan noticias alegres. Y tanto las unas como las otras nos cambian el día.

Los discípulos de Jesús deberíamos estar preparados para enfrentar todas las mareas y todas las olas. Todos los cierzos y todas las brisas. Todas las penas y todas las fiestas. Pero no siempre es así. Sospechamos que para resolver todas las crisis que acuden a nosotros se precisa que el corazón de piedra sea transformado en un corazón de carne. Pero esto no es algo que podamos hacer por nuestro propio esfuerzo.  No está a nuestro alcance. Y es que el problema es mucho más profundo.

Los discípulos de Jesús albergamos muchas ideas sobre cuál es el principal problema de la humanidad, pero todos señalamos a algo fuera de nosotros mismos. A veces son las guerras, a veces son el cambio climático, a veces son los problemas económicos y a veces es la injusticia mundial. Pero nos engañamos. En realidad las problemáticas nos acompañan a donde quiera que vamos. Están con nosotros.

Los discípulos de Jesús podemos percibir a los extraños, a los diferentes, a los que tienen otra idea sobre el Sr. Dios como enemigos. Pero eso será mientras estemos escondidos en alguna trinchera. Pero cuando nos atrevemos a recibir al extraño, al diferente, al que tiene otra idea sobre el Sr. Dios en nuestra casa y aceptamos a  lavarle los pies, entonces ya no tendremos nada que defender. Nada que perder.

Los discípulos de Jesús debemos estar preparados para cuando los que pretenden arrancarnos el corazón con que vivimos vean que somos capaces de poner la otra mejilla, que somos capaces de tratarlos como amigos, que somos capaces de abrir el botiquín, entonces ese día ya, el papel de enemigo, no será deseado por nadie.

Si, el perdón puede hacer muchas cosas por ti y por mí, aquí y ahora. Y Jesús lo sabe. Tú que me escuchas: ¡Atrévete a perdonar!

Lectura del evangelio de Mateo 18: 21-22

Pedro, acercándose entonces a Jesús, le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

¿Quién escuchará hoy mi oración?

Padre: Ahora que se levanta la mañana dame la gracia necesaria para perdonar siempre. Que cuando llegue la noche de este día yo no me acueste guardando rencor a alguien aunque tengas todos los motivos del mundo. Espíritu Santo dame fuerzas porque yo no tengo. Jesús, tú me has perdonado y hoy me invitas a hacer lo mismo. Amén

Augusto G.Milián

 

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