La generosidad como problema


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para que los discípulos no perdieran de vista los principios del evangelio, Jesús relató la parábola de los obreros de la viña, que ilustraba la manera en la cual el Sr. Dios trata con su pueblo y el espíritu con el cual Él quiere que trabajen para él. Esta parábola es una respuesta a una pregunta que hacen los discípulos con anterioridad. Puesto que lo habían dejado todo para seguir a Jesús, esperaban recibir una recompensa por el sacrificio realizado.

El contexto de la parábola tiene que ver con el encuentro con el joven rico, luego del cual Jesús dijo a sus discípulos: “¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!”. Estas palabras asombraron a los discípulos. Se les había enseñado a considerar a los ricos como los favoritos del cielo; ellos mismos esperaban recibir riquezas y poder mundanos en el reino del Mesías; y si el rico no entraba en el reino de los cielos, ¿qué esperanza podría haber para el resto de los hombres?

Escuchemos lo que dice Jesús. Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar trabajadores para su viña. Y habiendo acordado con ellos un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros en la plaza que estaban ociosos, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.

En esta parábola, Jesús expone el trato del Sr. Dios para con los que le dedican su servicio y explica la base sobre la cual se recompensarán. La parábola enseña que no recibirían ni más ni menos que los otros, porque los ciudadanos del reino son todos iguales en el sentido de que todos han sido redimidos.

Era costumbre que los hombres que buscaban empleo esperaran en una esquina del mercado, y allí iban los contratistas a buscarlos. Los trabajadores son contratados a  diferentes horas del día

Sigamos leyendo: Y cuando cayó la tarde, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los trabajadores y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Y cuando vinieron los primeros, pensaban que habían de recibir más, pero ellos también recibieron cada uno un denario

Todos han recibido el mismo pago. Lo que se nos está tratando de decir es que el comportamiento del jefe de la viña representa la forma en que Dios se relaciona con nosotros. Y dicho trato es contrario a la cultura que impera entre los hombres. Sabemos que en los trabajos se recibe un salario de acuerdo con la obra realizada. El obrero espera que se le pague únicamente lo que ha trabajado. Pero en la parábola, Jesús estaba ilustrando los principios de su reino, un reino que no es de este mundo. Él no se rige por una normas humanas.


El Sr. Dios desea que confiemos en él sin hacer preguntas con respecto a nuestra recompensa. El Sr. Dios aspira a que apreciemos las bendiciones que nos ha prometido. Pero no quiere que estemos muy ansiosos por la recompensa, ni que pensemos que por cada servicio que ofrecemos recibiremos un galardón. En realidad la invitación aquí es a no estar ansiosos de obtener el premio, de esperar a que la gente siempre diga cosas buenas de nosotros.

Pero la historia no se a acabado. Cuando los trabajadores de la viña recibieron “cada uno un denario”, los que habían comenzado a trabajar temprano en el día se ofendieron. ¿No habían trabajado ellos durante doce horas? razonaron, y ¿no era justo que recibieran más que aquellos que habían trabajado solamente una hora de la parte más fresca del día? “Estos postreros sólo trabajado una hora -dijeron-, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día”.
“Amigo -respondió el patrón a uno de ellos-, no te trato con injusticia; ¿no habíamos acordado que recibirías un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero dar a los que llegaron después, como a ti. ¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? o ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?”

Los primeros trabajadores de la parábola representan a aquellos que, a causa de sus servicios, exigen que se los beneficien sobre los demás. Realizan su obra con espíritu de congratulación propia. En realidad piensan más en la recompensa que en el privilegio de ser seguidores de Jesús. Según ellos, sus labores y sacrificios los hacen acreedores a un honor mayor que los demás, y debido a que esta pretensión no es reconocida, se ofenden.

La queja de los primeros trabajadores no es otra cosa que favorecer a algunos y, por implicación, de perjudicarlos a ellos. El dueño les explica que no se trata de una cuestión de justicia o de injusticia, sino de generosidad. Había tratado en forma justa a todos sus jornaleros, y sin duda podía hacer lo que consideraba oportuno. Jesús pone en claro aquí que el favor divino no se puede ganar, como lo enseñaban los rabinos de su época.

Los reformados creemos que si el Sr. Dios tratara a los hombres y a las mujeres únicamente sobre la base de una justicia estricta, ninguno podría estar en condiciones de recibir las recompensas prometidas. En el reino de los cielos no tienen valor el conocimiento, la jerarquía, el talento, el tiempo de servicio, la cantidad de trabajo, ni los resultados visibles de la obra realizada, sino se toman en cuenta el espíritu con el cual se hacen las cosas y la fidelidad.

La generosidad tiene que ver con la manera que dejamos al Espíritu Santo trabajar en nosotros. Este debería ser el impulso de todo servicio tanto dentro como fuera de la iglesia. Y es debido a una falta de este espíritu, que muchos de los que parecen ser primeros en la fe llegarán a ser los últimos, mientras que aquellos que hacen uso de la gracia, aunque se los considere como últimos, llegarán a ser primeros.

Bienvenidos a la gracia.

Augusto G. Milián

 

 

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