Cada día es un regalo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz

Lectura del Lectura de evangelio  de Mateo, capítulo 19, versículo 27.

Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte; ¿qué recibiremos por ello?

Si, hay que encender una luz en la oscuridad

Cada día es un regalo, pero no siempre somos capaces de verlo así. No siempre estamos dispuestos a ser agradecidos. Y es que hemos aprendido, por imitación, desde que somos niños a etiquetar nuestras vidas en pérdidas y ganancias. Los discípulos no escaparán a esta inercia. Ni en el pasado ni en el presente. La mayoría de las veces recibimos el nuevo día con una queja.

Pedro ha dejado su trabajo de pescador y a su familia para seguir a Jesús. También lo han hecho Juan, Mateo y Jacobo. Pero Jesús no les ha dado detalles de lo que ganarán al finalizar la misión. Y la lógica popular los impulsa a pensar que tal seguimiento tendrá una recompensa. Nosotros albergamos también está idea. Sabemos que hay ganancias económicas, que hay ganancias de tiempo y que hay ganancias de espacio. Generalmente los hombres y las mujeres suspiran más por las primeras.

Pedro está confundido sobre algunas de las palabras que ha pronunciado Jesús en relación a las riquezas o los lugares de importancia para el Sr. Dios. Los demás discípulos también lo están, pero es Pedro quien lo exterioriza. Quien pone el asunto sobre la mesa. Por eso Jesús tiene que tranquilizarles. Tiene que hablar de las promesas que recibirán los que guarden la fe.

Las palabras de Pedro son como una queja que no pretende serlo. So un llamado de atención al Sr. Dios para que lo cuide más, para que nada le falte, para que le evite los valles oscuros. También esta es nuestra queja. Nuestra oración cotidiana: que no me falte el pan, que alguien me quiera, que el dolor no toque a mi puerta, que la familia esté bien.

Cada día es un regalo. En realidad, ni tú ni yo, sabemos cuantos amaneceres más podremos contemplar. Nadie lo sabe. Asi que sin que nadie me lo dictamine, ahora que comienza el día miro en mi corazón y digo: ¡Buenos días Espíritu Santo, quiero ser una persona con gratitud!

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Mi Señor y mi Dios: Te doy gracias por todo lo que tengo, porque Tú siempre provees  mis necesidades. Gracias porque me ayudas en los momentos de dificultad y me sostienes con tus brazos cuando nadie más lo puede hacer. Gracias a ti, no tengo miedo. En ti está puesta mi confianza Jesús. Amén.

Augusto G. Milián

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico