Todos los comienzos dan miedo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Querido Septiembre:

Todos los comienzos son arduos. Lo sabemos desde que somos pequeños y tenemos que abandonar la seguridad de la casa para comenzar el colegio. Lo sabemos cuando nos enamoramos y albergamos dudas si nos pagaran con la misma moneda, lo sabemos cuando abandonamos la vida estudiantil y llegamos al primer trabajo con más incertidumbres que certezas, lo sabemos cuando han pasado los años y comenzamos a no ver tan bien como antes o comenzamos a experimentar los dolores de los huesos cada vez que cambia el clima. Si, todos los comienzos nos pueden dar miedo.

Si hay una herramienta útil en nuestra cultura esa herramienta se llama miedo. La cruda realidad es que si padecemos de algún tipo de miedo existirá el correspondiente remedio  que nos pueden vender para combatirlo. ¿Y si no experimentamos de miedo entonces qué pasa?  Pues, que más temprano que tarde alguien proclamará un miedo para que no nos sintamos cómodos y busquemos refugio.

Las Escrituras, tanto las hebreas como las griegas, están inundadas de mensajes contra el miedo. Pero por alguna razón nosotros optamos por recordar los pasajes que nos infunden culpa, los que nos conducen a une fe infantil y abarrotada de temores. Pero hay otra verdad, el Sr. Dios conoce el corazón de los hombres y las mujeres. Conoce tu corazón y conoce el mío. Y sabe que la mayoría de las veces frente al miedo nos paralizamos, nos quedamos sin voz y nos escondemos. Por eso Jesús, el que venció la muerte, nos tendrá que llamar por nuestro nombre una y otra vez para acabar diciendo: ¡No tengan miedo!

Hay miedos que hemos traído desde la infancia, hay miedos que hemos adoptados como si fueran un gato, hay miedos a cumplir años, hay miedos a perder nuestras riquezas, hay miedo a que nuestros hermanos de fe no nos acepten tal como somos, hay miedos que entran en casa con las noticias de las tres de la tarde, hay miedos a irnos lejos, hay miedos a entregar el corazón y que nos lo hagan pedazos, hay miedo a que llegue un día y no podamos respirar más y entonces atravesemos el velo de lo desconocido. Si, hay muchos miedos. Pero nosotros nos damos permiso en el nombre de Jesús a dejarlos a un lado del camino y seguir la marcha.

Así que si en este comienzo de Septiembre vez a un niño solo en el patio del colegio acércate y dile tu nombre. Si el amor ha tocado a tu puerta no temas e invítalo a pasar, pues es un milagro. Si alguien nuevo aparece por tu lugar de trabajo ofrécete para enseñarle el sitio. Si hoy al levantarte te ha dolido la espalda aprovecha para comenzar el día con una oración de gratitud, pues cada día es un regalo.

Si, todos los comienzos nos dan miedo, pero los cristianos son los que resisten al miedo haciendo el bien. Y esto lo aprendimos de Jesús.

Lectura del Salmo 26,  1

El Señor es mi luz, mi salvación,
¿de quién tendré miedo?
El Señor es mi refugio,
¿a quién temeré?

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Al Señor de los cielos le digo: Tú eres la luz de la mañana. Tú eres la paz de mi corazón. Tú la sabiduría en los momentos de tomar decisiones. Tú el amor frente al mal. Espíritu Santo, tú conoces de los vacíos con que he llegado a esta mañana, de mis miedos y de mis preocupaciones, Tú sabes de mis dolores. Acompáñame y dame valor cuando camine por valles oscuros. Jesús contigo voy, contigo vivo, contigo soy. Amén

Augusto G. Milián

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pocas cosas cura el silencio

Una corta oración

María, madre de Jesucristo, como testigo del amor. Una perspectiva protestante en el diálogo ecuménico