Después de la noche llega el día.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que me puedan escuchar. Cada amanecer es un regalo, pero algunas personas lo han olvidado.

Después de la noche llega el día. Uno de nuestros tropiezos más cotidianos es que no recordamos quienes somos y por ello dedicamos muchas fuerzas y mucho tiempo en demostrar o decir lo que no somos.  Pero tú y yo somos una cosa: hijos e hijas del Sr. Dios. Y lo somos no porque somos capaces de hacer grandes o pequeñas cosas, sino porque el Sr. Dios nos llamó por nuestros nombres antes que nadie más lo hiciera.

Después de la noche llega el día. Sostener nuestra identidad se nos hace cuesta arriba porque entre otras cosas estamos pendientes del dinero que hemos de ganar, del tiempo que queremos disfrutar y de las energías que hemos de alimentar para mantener alejada la inseguridad y los miedos de nuestros corazones. Pero no podemos vivir entre dos mundos sin pagar un precio por ello. Que yo recuerde Jesús nos hizo algunas promesas: en la vida tendréis crisis, no podréis vivir en el pasado y yo estaré cada día con Uds. Pero Jesús no dijo nada de la prosperidad.

Después de la noche llega el día. Así que se precisará de disciplina. Se requerirá de un nuevo corazón. Necesitaremos cambiar nuestra manera de pensar con cada amanecer para no sucumbir ante las demandas y las presiones sociales que tocan a la puerta sin misericordia. Necesitaremos de la acción del Espíritu de Dios para no ser domesticados por las tradiciones. Para no olvidar que somos los amados del Sr. Dios.

Después de la noche llega el día. Jesús buscaba el silencio después de cada jornada. A nosotros nos da miedo tal cosa. Y es que en el silencio no podemos hablar con nadie, ni ver la televisión, ni saber cuantos seguidores nos han mirado en Instagram. En el silencio estamos solos con nuestra fe. Y la mayoría de las veces tener fe es esperar. Y las esperas nos duelen.

Después de la noche llega el día. Nosotros no podemos vivir con un corazón fragmentado. No, no podemos. Tampoco podemos habitar en el pasado. Pero el Sr. Dios es más fuerte que nuestras emociones, más fuerte que nuestros ideales, más fuerte que nuestras lágrimas.Y sigue llamándonos por nuestros nombres, aunque en el cielo hoy hayan nubes grises.

Lectura del evangelio de Lucas 5, 36

Nadie corta un trozo de tela a un vestido nuevo para remendar uno viejo. De hacerlo así, se estropearía el nuevo y al viejo no le quedaría bien la pieza del nuevo.

¿Quién escuchará nuestras oraciones?

Nuestro Dios, ahora que las luces de la mañana llegan, a Ti te decimos que eres nuestro socorro. En tiempos de oscuridad, eres el sol que alumbra nuestro camino. Espíritu Santo ven a nosotros cual lluvia refrescante. Caliente nuestros corazones y renuevas nuestras fuerzas porque nosotros solos no podemos. Jesús a ti seguimos. Amén. Augusto G. Milián.

 

 

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