¿Y usted, qué le pide al Sr. Dios?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1.     Lectura de Mateo 7, 7-11

 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?  ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

 

C Cuando la vida está llena de naturalidad.

 a.      Mientras leemos, nos parece natural que Jesús pase de indicarnos como han de ser las relaciones entre los creyentes a establecer los parámetros de nuestra relación con el Sr. Dios. Como ya lo primero en si no fuera extremadamente agotador para nosotros.

b.     No es la primera vez que encontramos alguna instrucción en el Sermón de la Montaña sobre como ha de ser nuestra oración. Ya anteriormente Jesús nos advirtió sobre la hipocresía farisaica y el formalismo pagano. Pero ahora hace una promesa para los que oran: seremos oídos.

 c.      Hay días que la única manera de recordar algo es dando golpes de martillo. En pedagogía se llama la repetición constante del mismo mensaje. Si miramos bien las primeras promesas están relacionadas con pedid, buscad, llamad. Es como si se nos enfrentara una escala de lo urgente. Una imagen que me gusta es la del niño que cuando tiene a la vista la madre le pide, pero si no la ve, le busca y si sabe que la madre está en una habitación cerrada, pues la llama. Estos tres verbos están en presente imperativo y por tanto sugieren ser persistente en aquellas cosas que le pedimos al Sr. Dios

d.     Pero hoy y aquí, volvemos a esas historias pequeñas que hace Jesús para visibilizar lo que quiere que se entienda. Una parábola doméstica con la que los oyentes están familiarizados. Un niño que pide pan a su padre. El niño pide algo sano y comestible, así que el sentido común nos dice que el padre no le dará algo insano y no comestible, como puede ser una piedra o una serpiente. Por supuesto que no. Los padres, aunque sean malos, por ejemplo, egoístas, pero amán a sus hijos le darán algo bueno.

e.      No se si han notado que, para Jesús, la naturaleza humana es pecaminosa y al mismo tiempo no niega que los hombres y mujeres errados puedan hacer cosas buenas.

f.       Por tanto, el contraste aquí, uno más del Sermón de la montaña, no radica en la diferencia entre los hombres y el Sr. Dios, sino en si los humanos aun con su incapacidad de hacer el bien siempre son dadivosos con sus hijos, cómo será el Padre que es totalmente bueno. Y misericordioso.

 

3.     Los problemas nuestros de cada día.

 a.      Uno de nuestros problemas cotidianos como creyentes es dar por hechos, literalmente, las palabras de Jesús. Y entonces hacemos de la oración algo impropio. Por tanto, el Sr. Dios no requiere que nosotros le digamos lo que necesitamos para que él nos lo ofrezca. Jesús cree que el Sr. Dios lo sabe todo con antelación a nuestra emisión de palabras de petición. Las dádivas no dependen de las palabras ni de lo alto que las pronunciemos. Pero el Sr. Dios no es sordo. No requiere de nuestros gritos.

b.     Y si tenemos que pedir no es por su causa, sino por la nuestra. Por tanto, la cuestión sería no si él está dispuesto a da, sino si nosotros estamos dispuestos a recibir. Porque la oración no es un mecanismo para persuadir a Dios de aquellas cosas que necesitamos sino si estamos dispuestos a someternos a él.

c.      Algunos creyentes llegan a decir que la oración es innecesaria. Pero esto más que una cuestión teológica es experiencial. Hay muchos cristianos que miran a su alrededor y piensan: Fulatina de tal nunca ora y está bien. Ella tiene lo mismo que yo y yo no dejo de hacer oraciones. Pero ahora tendríamos que hacer la diferencia entre el Dios Creador y el Dios Padre. En el Padre nuestro, están reunidos ambas condiciones. Por ejemplo, no oramos por el pan porque nos estemos muriendo de hambre sino para reconocer nuestra propia dependencia de El.

d.     Antes de orar hay que saber que vamos a pedir y saber también si lo que pedimos está dentro de los conceptos del reino de Dios. Cuando estas dos cosas se hacen reales, entonces las promesas de Jesús cobran sentido.

 

4.    Preguntas, dudas, opiniones, etc.

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