Una lucha cotidiana


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

El día ha comenzado. Y el sol ha salido para todos. Para los que se saben amados y para los que lo han olvidado. Para ti y para mí, hoy es una nueva oportunidad.

Hay una mala noticia para los tradicionalistas: la costumbre es el medio para alcanzar un fin, nunca el fin en sí mismo. Pero esto, en muchas ocasiones, es muy difícil de entender para los fariseos del allá lejos y hace tiempo y para los de aquí y del ahora. La idea que hemos atesorado de los fariseos es que son individuos muy concienzudos en el cumplimiento de las leyes religiosas y en la observancia sin miramiento del día de reposo. Y que los fariseos siempre son los otros. Nunca nosotros.

Y frente a esta visión, porque nunca hay una sola manera de ver la vida, está la de Jesús que, aunque respetaba la ley religiosa judía, siempre fue más sensible a nuestras necesidades, a nuestros dolores, a nuestras limitaciones. Pero Jesús va más lejos. Y esto nos escandaliza. Para Jesús, el día del Señor no debe ser uno de la semana, deberían ser todos.

Pero hoy, también, hay una buena noticia para los tradicionalistas y para los que no lo son: el sábado que el Sr. Dios quiere es aquel donde los tristes encuentran descanso, donde los heridos son curados, donde los que lloran encuentran consuelo, donde los que están perdidos encuentran el camino de regreso a casa, donde a los que se sienten culpables se les anuncia el año de la gracia.

Una lucha cotidiana, tuya y mía, es querer cumplir y obedecer a las normas que hemos recibido de herencia a rajatabla, pero al cumplirlas puede que estemos olvidando que en realidad nos han cambiado de corazón, uno de piedra por uno de carne, para servir.  Y cuando se sirve, se debería hacer desde el amor y no desde la norma.

Nosotros creemos que Jesús es el Señor del Sábado y del maná.

Lectura del evangelio de Marcos 2, 23-28

Un sábado iba Jesús paseando por entre unos sembrados. Los discípulos, según pasaban, se pusieron a arrancar espigas. Los fariseos dijeron a Jesús: ¿No ves que están haciendo algo que no está permitido en sábado? Jesús les contestó: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros se sintieron muy hambrientos? Entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió de los panes de la ofrenda, algo que no estaba permitido comer a nadie, sino solamente a los sacerdotes. Y dio también a los que lo acompañaban. Y Jesús añadió: Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado. ¡El Hijo del hombre es Señor también del sábado!

¿Quién me acompañara con una oración?

Señor y Dios: gracias por este día que comienza. Gracias por el descanso de la noche. Gracias porque has prometido estar con nosotros en todo momento. Espíritu Santo, pedimos tu soporte para los retos que enfrentaremos. Jesús, ayúdanos a descansar en ti. Amén. Augusto G. Milián

 

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