Cultivo una rosa blanca
Pensando en voz alta Vivimos en un mundo donde se cultivan rosas blancas y donde se cultivan cardos. Un mundo habitado por el bien y por el mal en una misma geografía. Y entre ellos está una delgada línea. A veces imperceptible. A veces indetectable. Quizás esta sea la razón por la que algunos de nosotros andamos con el corazón roto por los caminos. Y es que no hemos aprendido, con los años, a diferenciar una rosa de una ortiga. Los discípulos siempre quieren tener una explicación a mano. Pretenden saber el significado de las parábolas. Pero recibirán las respuestas sólo cuando abran sus corazones. No antes. Cuando estén dispuestos a ver lo sencillo de la fe entre las estructuras de la religiosidad cotidiana. Cuando descubran que el centro del evangelio nunca es la culpa sino la gracia. Cuando sean capaces de tener esperanzas en me...