Un lugar seguro
Hay que encender una luz en la oscuridad Es el último día de Febrero y el invierno parece que no cesa en el norte de España. Un viento helador amenaza con dejarnos paralizados. Quietos. Pero ningún invierno es eterno. Ninguno. Ni los del alma. Y es que en medio del frío podemos musitar una oración aunque nadie nos oiga. Los discípulos sabemos que sólo después que hemos atravesado el desierto es que nos enfrentamos con la realidad de que todo es una oración: una canción durante la celebración dominical, un caminar junto al río sin compañía, un lamento mudo, un silencio entre tantas palabras que se nos dicen, un mirar a los pinares cuando llega el atardecer, una taza de té negro con limón mientras hablas con un amigo por Skype, la añoranza por un amor que esté allá lejos. Un duelo. Si, todo se erige en una plegaria cuando hemos hecho de la gratitud un estilo de vida...