El Señor de Todos los Vientos
Pensando en voz alta Algunos de nosotros podemos dormir cuando la tempestad se avizora en el horizonte. Otros no pueden. Algunos de nosotros podemos pedir ayuda cuando el agua amenaza con arrastrarnos. Otros no lo hacen. Algunos de nosotros compartimos nuestros miedos y los exponemos a nuestros amigos. Otros nunca lo harán. Reconocer nuestros temores no es una muestra de conformidad como algunos tienen por costumbre, sino que se convierte en el primer paso para compartirlos con quien tiene la capacidad de recibirlos. Y es que llegan días donde no nos queda más remedio que sacarlos de donde los hemos tenido enterrados produciendo preocupaciones e infelicidad. Atesorar miedos no nos hecho mejores personas. Disfrazarlos de precaución tampoco. Los discípulos somos asustadizos. Lo que no comprendemos nos causa miedo. Lo que no controlamos también. Esto es algo que aprendemos desde que somos niños. Y después de adultos lo seguimos practicando. Cuando...