Abrir la puerta para que la libertad reine
Pensando en voz alta El mal existe. A veces tropezamos con él mientras caminamos y entonces nos produce heridas. Otras, pasa a nuestro lado sin rozarnos, pero será otro el que sufra sus laceraciones. Por un tiempo podremos evitarlo. Pero más temprano que tarde llegará el día que habrá que enfrentarlo y llamarlo por su nombre. Los discípulos conocen los hechos del mal. Ellos forman parte de sus vidas cotidianas. Algunos hemos aprendido a vivir con la maldad como si fuera un animal de compañía. Otros no. Otros levantamos las manos al cielo pidiendo auxilio. Pero la maldad no es una buena compañía para los que salen a los caminos a dar buenas noticias. Ellos han de mantenerse alejados de ella con todas sus fuerzas y todo su empeño. Los discípulos lo saben. Saben de las perdidas que nos producen lágrimas, saben de las enfermedades esclavizantes, saben de las injusticias que marcan el cuerpo y el alma como si fueran un hierro candente. Los discípulos acompañan a Jesús y ven como...