¡Agarra fuerte la cucharilla pequeña!
Hay que encender una luz en la oscuridad Todos tenemos días buenos. Todos tenemos días malos. Y la diferencia entre ellos a veces es una delgada línea: la llegada de una mala noticia, el encuentro con un evangelio vivo, el sentimiento de pérdida que siempre está dispuesto a tocar a nuestro corazón, el mensaje de gratitud de alguien que está lejos y nos recuerda, una palabra sin misericordia que hiere como un cuchillo de carnicero, una mano que nos acaricia el hombro para decirnos que no estamos solos. Si, todos tenemos días buenos y días malos. Pero somos nosotros los que decidimos vivir en el presente. Para los días buenos no se venden manuales. Y es que en realidad no los necesitamos porque la mayoría de nosotros sabemos que la alegría nos toma por asalto y nos dejamos llevar por ella. La alegría es contagiosa. Pero para los días malos se han escritos muchos libros. Hay muchas recetas. Hay muchos...